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viernes, 11 de diciembre de 2015

Cuando sepas lo que duele, puta.

Cuando sepas lo que duele
amar entre los pliegues de tus ojos,
cuando sepas lo que duele
follar una mano sin nosotros.

Cuando sepas lo que duele
que no me mires cuando pasas,
que se me derritan los bombones
en la puerta de tu casa,
esperando
a que te dignes a abrir
tus orejas a mis ansias
y no dejes que se apaguen
nuestras plantas.

Cuando sepas lo que duele
fumar maría los domingos,
o gastar condones
sin quitarme los calzoncillos.
Y romper las lanzas
de victoria,
de tu vecino.
Y dolerme el alma
supurando pus mi ombligo.
Y tenerte en mi cabeza
como la tabla del tres,
y comerse los mocos en la mesa,
o quedarse sin café.

Cuando sepas lo que duele
ostiarse con un coche
inexistente.
Oír los gritos derretidos
de la gente.
O volcarte en la cama
así, de repente.
Y ver que son las seis
y no levantarte
para ir a clase.
Vomitar volutas de humo,
ahumado y a la brasa
en la barbacoa que me regalaste.

Cuando sepas lo que duele
sangrar a destiempo
y mancharse la camisa.
Y cagar tus mentiras
en diarrea corrosiva
de un chupito
que te tomaste por mí
mientras yo no paraba
de mirarte el culo.
Ese culo ondulante,
zarandeable,
tulgente,
visitable,
que va con tornos
y viajes de un euro el abono.

Cuando sepas lo que duele
hacerse una paja
pensando en ti,
sentado en una caja
de cervezas vacías
y bastante borrosas.

Cuando sepas lo que duele
escribir poesía
y quemarla en mis pupilas
encendiendo las cerillas
contra mis párpados.

Entonces entenderás cuando te diga:

Puta de mis amores,
puta de mis putas,
puta de ocio y no de profesión.
Puta, no seas puta,
vete.
Puta, déjame en paz.
Puta, no seas puta,
vete,
y no mires para atrás.

viernes, 27 de noviembre de 2015

Quiero ser...

Quiero ser
tu luchar y valer,
tu pelo, tu piel,
tu mañana y tu ayer.

Tu ladrón y tu guía,
tu noche, tu día,
tu placer, tu agonía
tus caprichos y manías.

Tus labios y tu boca,
tus muecas de loca,
tu flotador si te ahogas,
tus segundos, minutos y horas.

Tu veneno y tu cura,
tu voz si quedas muda,
tu luz si estás a oscuras,
tu pasión, tu cordura y locura.

Tu calor y tu abrigo,
tu amante, tu amigo,
tu tintero, tu libro,
tu manta, tu estufa y tu frío.

P.D.: Gracias a Don Joaquín Sabina por su "A la orilla de la chimenea" que dio pie, entre otras cosas, a este poema.

viernes, 20 de noviembre de 2015

Tan sólo quiero una semana.

Regálame tan sólo una semana.

A solas, con tus ojos azules,
vidriosos con el sol de la mañana,
pasajeros de las nubes.

Con tu pelo, orquestado por mis versos,
siempre constelado de reflejos.
Con tu boca naufragada por mis besos.

Con tus ágiles y pícaros dedos,
que recorren eróticos mi cuello,
desbordándome entero.

Con tu aliento, con tu alma,
con las sábanas de tu cama,
aunque para ti no signifique nada.

Regálame tan sólo una semana.

martes, 10 de noviembre de 2015

Hoy ya no es hoy.

Hoy la luna está apagada
en tus ojos, tu sonrisa,
en tu pelo y en tu cama.

Hoy no sopla la brisa,
en tu voz, en tu sabor,
ni al quitarnos la camisa.

Hoy se pierde toda gloria
en ti. En mi. En nosotros.
Y se aburre nuestra historia.

Hoy se destintan las fotos,
tus pupilas, tu memoria,
y los te quiero ya remotos.

miércoles, 28 de octubre de 2015

Un café solo. Con leche.

No huele igual la escarcha en la mañana,
ni los coches suenan a motor.
Mi cabeza no luce bien enmarañada,
ni comemos algodón.
Un sofá, una manta, una película,
una tarde de domingo gris,
un adiós y un hola a medias tintas,
"en un momento estoy aquí".
Un café solo, con leche fría,
y una copa o dos de anís.
Mi casa desnuda sin tu ropa,
con los calcetines del revés.
Y no entiendes que me sobra
lo que tuve antesdeayer.

domingo, 11 de octubre de 2015

¿Ya no escribes?

Dime que no es cierto
que ya no escribes,
dime que no es cierto
que vendiste tus alfiles
por un peón y medio más
del otro medio que robaste
varios tableros atrás.

Dime que no es cierto
que ya no compones versos
dime que no es cierto
que has apagado el viento
que sin querer incendiaste
con la tinta en esos folios
que con tus letras desbordaste.

Dime que no es cierto
que hipotecaste tu musa,
dime que no es cierto
que el cuadrado de la hipotenusa
dejó de igualar el cuadrado
suma de esos dos catetos
ahora ya apagados.

Dime que no es cierto
que tiraste tus cuadernos
dime que no es cierto
que tus letras van de entierro
con tus rimas por sotana
llenas las tildes de tierra,
puntos, comas enterradas.

Dime que no se acabó tu tinta.
Dime solo una palabra. Una.
Por favor te lo pido.
Respóndeme, por favor Pluma.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Soneto X

Mi tinta se transforma en cuervos
que carroñan mis entrañas,
me pican los ojos y el cuello
con graznidos, sangre y saña.

Danzan en círculos rectos
lanzándose sobre mis ojos,
dan mordiscos sintéticos
oscureciéndomelo todo.

Me desgarran las vísceras,
que con sangre y alaridos
se nublan con folios de miedo.

Las despido como amigas
cuando con mi sangre escribo
y medio muerto caigo al suelo.

Soneto IX

Miro la lista de alcoholes,
y tras catar unos cuantos
se me nublan los colores,
deja de dolerme tanto.

El vodka me trae tus enfados,
el ron me hace oír tu voz,
la ginebra, los orgasmos.
Pon cerveza para dos.

Me emborracha tu ausencia,
no me divierto en las fiestas,
voy de boca en boca, abiertas.

Ahora, borracho y descalzo,
lo siento ya estoy harto,
ya te he dicho que me marcho.

Quiero agradecer a Isa Topham por escribir el relato que dio pie a este poema. Podéis leerlo en su blog "Música entre palabras".

sábado, 12 de septiembre de 2015

Malditos Benditos

Benditos sean los coños de las putas,
las minifaldas a juego con tacones,
la nariz sin verruga de las brujas,
la nata derramada en los pezones.

Benditos sean los frikis, las braguetas,
los juegos de rol, la play station,
las chicas con un buen par de tetas,
los domingos pasados en estadios.

Malditas sean las viejas que hacen topless,
los programas de Jose Luis Moreno,
los destrozos que provocan los torpes,
los capullos que nos roban el dinero.

Malditos los autobuses llenos,
las noches pasadas sin insomnio,
los cristales rotos por el suelo,
los piratas que fingen estar cojos.

Benditos los bocatas de nocilla,
las sonrisas robadas sin permiso,
los saltos que pegan las ardillas,
los "tu tranquila, que yo te aviso".

Benditos sean los libros de poesía,
los que buscan el gozoso calvario,
los que solo duermen por el día,
las que le echan un buen par de ovarios.

Malditos todos los chulos de playa,
los que triunfan en el Gran Hermano,
los que le echan más fuerza que maña,
mi vecino con el contrabajo.

Maldita la batería que se acaba,
los que aparcan siempre a la primera,
el gas metano de las putas vacas,
el hambre cuando no se cena.

miércoles, 26 de agosto de 2015

Cuando ocurra

Cuando mis besos busquen el ocaso de tus labios
y mis ojos a los tuyos, empapados.
Cuando vuele en un barco de cáscara de nuez
y tus dedos sean la tinta en el papel.
Será el momento preciso, exacto,
de rozarnos, perdernos, secarnos,
de romper todo y volverlo a hacer,
de entregarnos, sonreirnos, devorarnos,
de despertar con caricias al amanecer.
Mirándonos el alma sin descanso.
Arriesgándonos a arder.
Y por fin, dejar de ser extraños.

viernes, 21 de agosto de 2015

Benditos Malditos

"Benditas sean las raras excepciones, 
los moratones de los vulnerables, 
los labios que aprovechan los rincones, 
más olvidados, más inolvidables, 
benditos sean, benditos sean."
Joaquín Sabina.

Benditos sean los paseos por la playa,
las noches en vela sin letargo,
los señores que corren en mallas,
volver a casa al cantar el gallo.

Benditas las croquetas de la abuela,
los peces que mueren por la boca,
los ancianos que ya no tienen muelas,
los "cuento veinte" y "tiro porque me toca".

Malditos sean los chonis y sus "horos",
las niñas con escote hasta el ombligo,
los capullos que le echan mucho morro,
los padres que abandonan a sus hijos.

Maldito sea el vecino que está en obras,
y el que se compró la batería,
los que follan hasta altas horas,
los de a 30 por plena autopista.

Bendito sea el pivón que está a mi izquierda,
las sillas con respaldo acolchado,
los que saltan por encima de la mierda,
los que hoy por hoy conservan el trabajo.

Benditos sean los juegos infantiles,
Oliver y Benji, los pokémon,
todos y cada uno de mis ligues,
los amigos que hace tiempo que no vemos.

Malditos sean los tangas a lo Borat,
los que no saben de ortografía,
los que prefieren el luego al ahora,
los que tratan niños como mercancía.

Maldito sea el tiempo malgastado,
el ébola, la hepatitis y la rabia,
los polvos que pudimos haber echado,
los políticos que engañan con su labia.

Bendito sea el Ratoncito Pérez,
Papá Noel y los Tres Reyes Magos,
los que bailan en cuanto pueden,
los lacitos que vienen con regalo.

Bendita sea esa profe inolvidable,
las tetas de esa chica cuando corre,
las pilas de esas recargables,
los que venden sandías y melones.

Malditos sean todos los mentirosos,
los pelotas y chivatos de la clase,
los que deberían caerse a un pozo,
los hijos que no aprecian a su madre.

Malditos los que roban las medallas,
los que fingen absoluta inocencia,
los tontos, lerdos y bocazas,
los que nunca pierden la decencia.

Bendito, maldito Sabina...

domingo, 9 de agosto de 2015

¿Cris? ¡¿Cris?! ¡Cris! (Parte III)

La tercera noche llegó y con ella la oscuridad. Crespo fue a buscar a Cris al sitio acordado, pero ella llegaba tarde. No le importaba, esperaría lo que fuese necesario para volverla a ver. Esperó una primera hora contando brotes de hierba a su alrededor, agrupándolos por tamaños o tonos de verde en montoncitos perfectamente alineados unos con otros, con la minuciosidad propia de un cirujano de microbios, como diría ella.
La segunda hora la pasó mirando al cielo, contando estrellas. Y agrupándolas en dibujos extraños mientras les ponía nombres como "el carro grande" y "el carro chico", con la imaginación propia de un niño de cinco años. La tercera hora fue más dura, la pasó escuchando nada. Absolutamente nada de nada. Ni brisas, ni búhos, ni canción alguna. Dejó de oír a su alrededor y se sumergió dentro de sí mismo, con la eficacia y la angustia de un anciano que espera a su amante eterna.
La cuarta hora fue muy angustiosa. Se decidió a llamarla y sus compañeros grillos le brindaron su ayuda, llenando la noche, hasta ese momento silenciosa, de llamadas angustiadas con una voz melancólica y dulce que empañaba las estrellas. La quinta hora, al no aparecer Cristina, Crespo se encaminó al arrollo, no sin dejar de llamarla. A esas alturas ya había despertado a búhos, lechuzas, renacuajos y murciélagos. Todos se quejaban de aquel desvelo, pues hasta ese momento habían vivido de día. Hasta ese momento.
Durante la sexta hora, tras perderse varias veces, empezó a oír un ruido que le resultaba angustiosamente familiar. Agua chocando contra rocas. Aceleró el paso, no sin dejar de llamarla, ya casi por instinto. Empezó a correr, temiendo lo peor. Tropezó con una rama y cayó de bruces contra la arena del camino. Todo lleno de polvo, se levantó como pudo. Tosió. Volvió a toser. Y echó a correr. Corrió mientras los demás la llamaban. Corrió como un niño hambriento a por un mendrugo de pan. Corrió como una anciana en rebajas. Corrió como jamás había corrido. Corrió. Y siguió corriendo.
La séptima hora fue quizá la peor. Llegó al que había sido riachuelo y ahora era tres veces su tamaño. Y siete veces su fuerza. Se puso a llamarla. Cris. Cris. Debía acercarse y buscarla. Pero no, era una locura. ¡Ella podría haber sufrido un accidente! Aunque... ¿Y si lo sufría él también? Tenía que hacerlo. Por ella. Apartó sus miedos y nadó sin saber nadar como cantó sin saber cantar, por ella.
La octava hora fue la terriblemente definitiva. Tras nadar y gritar su nombre mil veces y mil veces más, tras inventar un dios y rezarle, tras todos sus esfuerzos... Vio un cuerpo sin luz que hubiera sido capaz de reconocer en cualquier sitio...
-¿Cris? ¡¿Cris?! ¡Cris! -la llamó como pudo, chapoteando y tragando agua, pero ella no respondió.
Al fin llegó a su lado y susurró su nombre... "¿Cri... Cris?" pero ella no se movió. Se acercó y le tocó la mejilla: estaba helada... Miró su abdomen: apagado... Tocó su pecho: absolutamente quieto. Lo comprendió enseguida. Se había ido. Se había apagado para siempre. Pero... No podía ser... Acababan de empezar a escribir su historia... No era justo. No. No. Y no. No podía ser.
Pero era. Cristina ya no estaba. Ni ella ni su luz, ni su sonrisa, ni su carcajada... Nada. Solo quedaba su música. ¿Pero de qué servía la música sin nadie que la disfrutase? De nada. Por eso Crespo se calló y se acurrucó junto a ella, en el más duro de los silencios, en la más dolorosa de las soledades. Sin cantar. Sin moverse. Sin respirar.
Y así, ambos acabaron juntos cuando el riachuelo creció aún más y se los llevo lejos, pero juntos. Al mar.
Desde entonces todos los grillos cantan cada noche la misma melodía que cantaba él, para recordarle y recordar que hasta las más cortas historias de amor tienen el poder de cambiar el mundo para siempre.
"Cris... Cris..."

viernes, 7 de agosto de 2015

Cris... Cris... (Parte II)

La segunda noche Crespo llegó antes de la hora acordada. Apenas había podido dormir durante el día de lo nervioso que estaba y, ahora mismo, sentía arañitas chiquititas bailando en su estómago. De repente una luz parpadeó a poca distancia y se acercó revoloteando: Cris.
-¡Hola! -le saludó ella.
-¡Hey! -la voz le tembló un poco cuando saludó a la luciérnaga.
-¿Preparado para una noche increíble?
-Por supuesto -sonrió el grillo.
-Tengo preparadas unas cuantas cosas -se acercó a él-. ¿Crees en la magia? -susurró.
-¿Pe-Perdona?
-Vamos, Crespo. ¡Que si crees en la magia! ¡Espabila!
-No, si la pregunta la he oído bien. Pero no sé...
-¿El qué? -arqueó una ceja.
-Me has pillado a contrapié. Normalmente no suelo creer en cosas paranormales -concluyó con seriedad.
-¡Oh, vamos! Sólo esta noche -le brillaron los ojos-. Déjame mostrártela. Por favor... -suplicó juguetonamente.
-Eh... Yo... Bueno. Pero solo esta noche. Y por ser tú.
-Oh, me halagas.
-Bah -espetó el grillo.
-Bueno. Deja de quejarte y ven -hizo un gesto para que la siguiera.
-Bueeeeno -se quejó Crespo.
Caminaron un buen rato en silencio. Solo se oía el zumbar de las alas de Cristina y los pasos de Crespo sobre el césped. Pero, si prestabas atención, podías oír el suspiro de las estrellas y el silencio del viento que hacían las veces de banda sonora a la noche.
-¿Dónde vamos? -preguntó él.
-Querrás decir dónde te llevo -le corrigió infantilmente.
-Bueno. Lo que sea.
-Ya lo verás. Ya lo verás...
-Tú y tus misterios, Cris.
-Ya falta poco. Ya casi estamos.
-Eso... Eso que oigo... ¿Es un río? -el miedo se reflejo en su rostro.
-Sí. Bueno. Es un riachuelo. ¿Por? -preguntó confusa.
-Ah no. No, no. Eso si que no... -se paró en seco. Su expresión de angustia daba miedo.
-¿Qué pasa? -cada vez estaba más confundida.
-Odio el agua. Es para los peces. No iré a un río. No señor
-Crespo... -se acercó y le rodeó con un brazo-. ¿Confías en mí?
-Cla-claro.
-No te va a pasar nada. Lo prometo -levantó una mano a modo de juramento solemne-. Sólo nos sentaremos al borde del riachuelo a cantar.
-¿Sólo? ¡Ja! "Sólo", dice...
-Porfaaaa -la luciérnaga no pudo evitar que saliera música junto a aquella inocente súplica.
-Pe... Pero...
-Por favor... Por mí -le miró a los ojos y sonrió.
-Eh... Bueno. Está bien. De acuerdo. Supongo
-¡Si!
-Peeeero nada de salpicar. Ni mojarse. Ni correr riesgos -estaba más serio que nunca.
-De acuerdo -le besó en la mejilla-. Gracias.
Y, a pesar de los temores de Crespo, siguieron caminando hasta llegar a un riachuelo que serpenteaba entre las rocas con un agua cristalina que reflejaba el blanco inmaculado de la luna. Se sentaron al borde del mismo, uno al lado del otro, y se quedaron en silencio.
-Relájate -le golpeó en el hombro-. Estás muy tenso. No es tan horrible.
-¿Que no lo es? ¿Tú has visto el agua? ¡Podría caerme y ahogarme!
-Ay, Crespo, de verdad. Lo haces todo taaaaan difícil...
-¡Pero es que es verdad!
-Chist -le puso un dedo en los labios para que dejase de hablar-. No hay peros que valgan esta noche, ¿de acuerdo?
-De... De acuerdo.
-Vamos a ver. Hoy vamos a cantar canciones, nada de solfeo. Vamos a cantar de verdad.
-Cantar, canciones. Olé. -se medio mofó él.
-Dios... A veces eres insoportable -le espetó, realmente molesta.
-Perdona, Cris. En serio... Yo...
-No. Es que se me quitan las ganas de enseñarte a cantar. Te lo digo de verdad -se medio apagó.
-Perdóname, de verdad. Yo no quería... Soy un imbécil -se sentía realmente mal.
-Mira Crespo... ¿Y si lo dejamos por hoy? -aseveró levantándose.
Crespo se quedó congelado, no sabía qué hacer, qué decir. Pero por favor, que no se fuera. No podría soportarlo. De repente se le ocurrió una idea, quizá fuese una locura pero...
-Cris, Cris -cantó.
La luciérnaga se giró y le miró, alucinando.
-Cris, Cris -repitió él.
-¿Pe... Perdona?
-Cris, Cris -volvió a cantar, con un sonido que a cualquiera nos sería familiar viniendo de un grillo.
-¡Crespo! ¡Es precioso! -brilló tan fuertemente que por un momento le robó el protagonismo a la luna.
-Cris... Cris... -empezó a sentir una vergüenza atroz por lo que acababa de hacer.
Era una locura. ¿Estaba tonto? Él, ¿cantando? Pero... Sí. Estaba atontado. ¿Qué le estaba pasando?
-Esto... Yo... -balbuceó el grillo.
-¡Has cantado mi nombre!
-Pero...
-Chist... -y le besó por sorpresa.
Un beso de esos que saben a luna, a algo exótico y a hierba cortada a la altura perfecta. Un beso de luz y música. Un beso robado con consentimiento.
-Cris... -ahora cuando la llamaba lo decía cantando, sin darse cuenta-. Yo...
-Calla, bobo. Serías capaz de estropearlo -y le volvió a besar.
-¿Y lo de enseñarme cantar?
-¡Que le den! Has cantado mejor que nadie que conozca. Y me has cantado mi nombre -parpadeó, medio sonrojada-. Es lo más bonito que han hecho por mí...
-Shh... -la besó despacio-. Cris, Cris -volvió a cantar-. Gracias por hacerme creer en la magia -sonrió antes de besarla.
Esa noche no hubo canciones. Ni hubo más música que el "Cris Cris" de un grillito al borde de un riachuelo, no se sabe muy bien dónde. La luna y las estrellas les cedieron el protagonismo a Crespo y a Cristina, que pasaron la noche juntos hasta que llegó el amanecer y acordaron verse al día siguiente. Justo antes de apagarse, la luciérnaga oyó tras de sí un ruido que ya le sonaba familiar: Cris... Cris...

miércoles, 5 de agosto de 2015

Cris... (Parte I)

Hace mucho, mucho tiempo, los grillos eran mudos y las noches silenciosas bajo la protección de las estrellas. Como mucho se oía el ulular de búhos aburridos y el susurro de la brisa que acariciaba las mejillas de la luna. Pero nada más.
Un buen día un grillo vio una luz que flotaba en la noche como una estrella portátil, como una mota de fluorescente polvo. Y la siguió embelesado.
-¡Eh! ¡Tú! No huyas por favor.
La luz se detuvo y se acercó al grillo con delicadeza.
-¿Si? -dijo dulcemente.
-¿Qué... Qué eres? -preguntó con miedo el grillo.
-Soy una luciérnaga, ¿y tú?
-Yo... Y-yo, yo soy un grillo -tartamudeó.
-¡Ah! Pues me llamo Cristina. Puedes llamarme Cris si quieres -sonrió con infinita dulzura.
-Yo me llamo Crespo, encantado. Y oye... ¿qué haces?
-¿Yo? Doy luz -agitó su cuerpo para mostrarlo- ¿y tú qué?
-¿Qué de qué?
-Que qué haces tú -insistió.
-¿Yo? Nada, la verdad. Es un poco aburrido, pero lo prefiero así -dijo el grillo con cierta pedantería en su voz.
-¡¿Nada?! ¿No te gustaría hacer algo? No sé... ¿Saltar, por ejemplo? -preguntó la luciérnaga con gran vitalidad.
-Saltar no, paso. Ya lo hacen mis parientes los saltamontes y me parecen ridículos con sus patitas enclenques dando saltos diminutos. ¿Salta-montes? ¿Montes? ¡Por favor! El único monte que saltan es el de la mierda que acumula el escarabajo pelotero -afirmó duramente el grillo.
-¡Anda ya! No seas tan desagradable -la luciérnaga se acomodó al lado del grillo-. Algo te gustará hacer, digo yo.
-Patochadas -bufó.
-¿Y bailar? ¿No te gustaría bailar?
-Eso para los arácnidos que parecen deformes con sus ocho asquerosas patas -defendió mostrando repugnancia.
-Mira que eres complicado... Veamos... Hummm... -se mordió el labio-. Enfoquémoslo de forma distinta. ¿Qué te gusta? -arqueó una ceja.
-¿A mí? -dudó un momento-.La hierba cortada a la altura exacta para dejarme ver, las cosas exóticas y... Bueno... La luna.
-¿La luna? -inquirió ella.
-Si. La luna. ¿Pasa algo?
-No, no. Qué va. A mi también me gusta mucho.
-Ah... Casualidad. Yo salgo de noche por eso -comentó secamente.
-¡Y yo! -exclamó iluminándose más aún.
-Ah... Entiendo.
-Y oye... No se te ha ocurrido nunca que... -dudó un momento-. Con esa voz que tienes... ¿Podrías cantar?
-¿Cantar? ¿Cantar? ¡Qué disparate! ¿Yo? -se señaló vehemente- ¿Cantando? ¡Ja!
-¿Y por qué no? -dijo la luciérnaga con dulzura.
-Para eso ya están... Ya están las... Los...
-¿Ves? No hay nadie que cante. Y cantar es muy bonito.
-Pero están las chicharras.
-Vamos, por favor -se mofó ligeramente-. Esas solo dan chillidos como un cerdo desafinado.
-Si pero...
-Pero ¿qué?
-Que... Que... -el grillo murmuró algo ininteligible.
-Si miras para otro lado y murmuras no te entiendo.
-Que yo...
-¿Si...?
-¡Que no sé cantar! -exclamó él.
-¿Cómo que no? ¡Pues yo te enseño! -volvió a iluminarse intensamente.
-No -contestó tajantemente.
-¿Cómo que no?
-Como que no -respondió negando con la cabeza.
-¿Por qué? -se quejó la luciérnaga.
-No quiero.
-Oh, vamos. ¡Venga!
-He dicho que no.
-Por favor... Me encantaría oírte cantar...
-¡Pero si no sé!
-¡Tú por eso no te preocupes! -le dio un ligero golpe en la espalda-. Yo te ayudo.
-¿En... En serio?
-Por supuesto. Hoy mismo empiezan las clases -dijo levantándose con entusiasmo-. Pero mientras vamos a ir dando un paseo.
-Pero oye... ¡Eh! ¡Oye!
Ella le ignoró y echó a volar a baja altura. El grillo se puso en pie y se apresuró a alcanzarla.
-¡Eh! ¡Eh! ¡Espera!
-Perdona, ¿decías algo? -la luciérnaga se giró, con una sonrisa pícara.
-Es... Espera... -el grillo intentó recuperar el aliento-. No vayas... tan... rápido.
-Vaaaaale -le guiñó un ojo.
Y ambos se pusieron a pasear bajo la atenta mirada de las estrellas.
-A ver... ¿Sabes algo de música? -le preguntó ella.
-La verdad es que no...
-Bueno. A ver. La teoría la sabrás, ¿no? -se giró hacia él-. Al menos las octavas y las notas, digo yo.
-Sí, eso sí. Lo aprendí hace mucho tiempo.
-¡Bien! Ya hemos avanzado mucho. Veamos... -se rascó la barbilla-. Dame un fa.
-Ya te he dicho que sólo me sé la teoría. Nada de cantar ni nada -se quejó el grillo.
-Vale, vale. Perdona. A ver... Dame esta nota -y un fa melodioso salió de su boca como un manantial de agua en el desierto.
-Humm... -él intentó repetir.
-No. No. No. Eso es un sol. Repite conmigo -se tocó el vientre con las manos-. Intenta darme esta nota -cantó.
-¿Cuál? ¿Está? Fa-fa-fa-faaaa -intentó el grillo.
-¡Muy bien! ¡Eso es! Al final te ha salido -y una carcajada brotó de su boca.
-¿En serio? -preguntó entusiasmado con la idea de haber dado en el clavo.
-¡Sí!
-Guau qué bien.
-Ahora... Un sol. Así. Dame un sol -cantó.
-¿Así? Sol-sol-sooool.
-¡Genial! Ahora... Fa-sol, ¿vale?
-Bueno. Pero no creo ser capaz. Soy muy torpe en estas cosas.
-Ains... ¡Calla! Intentalo. Fa-soooool
-Fa-sooool -repitió a la perfección.
-¿Ves? Te dije que podías.
Y así estuvieron toda la noche, nota por nota, practicándolas hasta que el grillo aprendió todas y cada una de ellas. Cuando ya iba a despuntar el alba ella le miró a los ojos y le dijo:
-Oye, Crespo...
-¿Si? -sonrió el grillo.
-Debemos volver. Es temprano y va a amanecer... -la pesadumbre se coló en los entresijos de su voz.
-Si... Bueno. ¿Mañana misma hora, mismo sitio? -sus ojos brillaron.
-Por mi genial. Pero ya mañana cantaremos, ¿de acuerdo? Nada de solfeo -le golpeó ligeramente con el hombro.
-Como mande la profesora -rió.
-Bueno Crespo... Pues hasta mañana -le lanzó un beso cuando se alejaba, antes de apagarse.
Crespo lo recogió saltando y se fue a casa solfeando y danzando, contento. Durante un momento se giró y susurro un "gracias, Cris" que solo pudo oír la hierba cortada a la altura perfecta para dejarle ver el lugar donde hacia apenas nada había estado ella.

martes, 4 de agosto de 2015

Soneto VIII

Echando de menos los besos de más,
que te queman con saña las pupilas
y te rompen la nariz mientras afirman
que no mires nunca para atrás.

Echando de más unos besos de menos,
que te sobran a la hora de la comida,
que en la cena empachado vomitas,
que se atragantan como el bocata del almuerzo.

Echan por tierra la añoranza
que cubre el cielo del cristal
con nubes de esperanza.

Echan al aire papeles a volar
que danzan como aquellos besos.
Aquellos besos que no volverán.

domingo, 26 de julio de 2015

Soneto VII

Ignorado como un fa para un sordo,
como el dar para el cleptómano,
como el peluquero para un calvo,
como un fantasma sin ser monstruo.

De lado como un muerto en la cuneta,
como un abuelo en un asilo,
como un Goku sin Vegeta,
como un hola cuando ya te has ido.

Olvidado como el gatillazo,
como lo que nunca ha habido,
como si solo andara de paso.

Como el tren de no volver,
mientras suena en el andén:
"próxima parada: El Olvido"

sábado, 18 de julio de 2015

Iban para sonetos y se quedaron en versos...

He archivado nuestras fotos
en un cajón que ya no recuerdo dónde guardé.
He devuelto sin ticket nuestras miradas a mis gafas
y las he cambiado por lentillas.
He escondido nuestras noches bajo la falda de la luna,
dónde sé que no me va a dejar mirar.
Te he aparcado en el parking de mi olvido
con una factura que no pienso pagar.
Me he metido preso por los besos que te robé,
siendo mi propio fiscal y juez.
He tachado con subrayador nuestros versos.
He abonado los meses que te cobraste con mis caricias.
He bebido para borrar tus labios de los mios.
He convertido tu nombre en un mueble del Ikea
y tus apellidos en alegato populista.
Tu Londres se ha borrado por la lluvia,
nuestro París se ha convertido en sueño frustrado
y mi Madrid me ha recibido de nuevo con los brazos abiertos.
Los trenes ya no traen mariposillas en el estómago
y el avión no es más que un pájaro de metal.
El paraguas ahora si me protege del agua
y la tinta de mis libretas no se corre.
Mi almohada ya no parece una esponja
ni me falta el aire al ver tu nombre.
Mi lengua está oxidada
y mis dedos, torpes,
entre los pliegues de la intimidad femenina.
Tus regalos no sé si los guardo, ni siquiera me importa.
Y nuestras canciones se han acabado borrando
de tanto escucharlas.
Mis amigos te envían saludos
haciendo un gesto con un dedo de la mano.
Mi familia no te recuerda ya.
¿Yo? Te escribo todo esto. O quizá solo escriba a mi móvil. No lo sé.
Pero ojalá desde el olvido me recuerdes
y comprendas por fin
que nadie te querrá
como yo te quise a ti.

miércoles, 24 de junio de 2015

Soneto VI

Hoy os traigo un soneto publicado en otro blog que tengo en la revista Culturamas, en su versión digital. Os adjunto el link: http://blogs.culturamas.es/felipemateos/


Como un bolígrafo sin tinta,

como un disco sin altavoz,

como las rías baixas sin el Duero,

como Cáceres sin Badajoz.



Como un hipster sin Sturbucks,

como el rock sin los Rolling Stones,

como un poema sin versos,

como un Watson sin su Sherlock Holmes.



Como el colegio sin recreo,

como Notre Dame sin el jorobado,

como un teatro sin su actor.



Como una raíz sin ser cuadrada,

como un hola sin la hache,

como la Universidad con el 3+2.

martes, 16 de junio de 2015

Soneto V

Y vino a Madrid Carmena
de la mano de Podemos.
Y tuvo un primer problema:
Zapata con su humor negro.

Estamos esperando al Soviet
que dijeron que llegaba,
mientras se marchan los pobres
que no se enteraban de nada.

El nuevo lema del PP
es "Cien gaviotas dónde irán",
mientras Aguirre grita: volveré.

Y todo esto pasa por afirmar
que un judío y un cenicero
hacen una foto familiar.

Así paso el tiempo entre sonetos: perdiéndolo.

En mi afán por preservar el tiempo lo he guardado en un cajón que ya no sé dónde está. Se me ha escurrido entre las manos como la luz entre las copas de los árboles, cayendo al suelo y añicándose en dos o tres pedazos de cristal transparente que no puedo ver.
Fue un tiempo fugaz y pleno, como un orgasmo. Pero también amargo a veces, otras simplemente fue desagradable. A veces creí congelarlo con unos labios que sonaban a sombra en pleno agosto. Otras veces, las pocas, derramé la arena del reloj para que se marchase cuanto antes.
Lo necesito. Quizá parezca una perdida de tiempo eso de buscar algo ya pasado pero he puesto anuncios en las calles, en internet, he hecho mil cadenas de whatsapp y facebook: "busco mi tiempo, lo he debido dejar en algún lado mientras miraba la minifalda de una chica o me duchaba tras un buen café. Se recompensa si se encuentra sin oxidar (aunque ya sonaba un poco chirriante) con un pedacito o dos de él." Para que un buen día pueda durar 25 horas. Como está durando este que me tiene dolido y angustiado porque el reloj que llevo dibujado en la muñeca se ha debido quedar sin pilas.
He perdido mucho tiempo besando dedos que jamás me acariciaron y tocando... Bueno... Que jamás llevaron mi nombre. He escrito versos a la luna, al mar y a otras cosas mientras mis lamentos se los tragaba el tiempo. He viajado sin trenes ni aviones ni coches a sitios que no quiero ni puedo recordar. A otros que me vienen borrosos a la mente como buen miope que soy y a algunos que me arrancaron sonrisas que nadie más podría haber arrancado.
Con el tiempo que he perdido se ha borrado Londres por la lluvia y París ha quedado oculto tras la Torre Eiffel. He perdido ocasiones irrepetibles que celebré con una copa y olvide con un par de ellas. He perdido amigos que han olvidado el nombre de mis hijos y a una o dos o tres chicas que me miraron al pasar. He dejado pasar varios bailes por sentarme en el sillón a mirar. Y he desparramado mis recuerdos por esta nota que empecé a escribir dentro cinco minutos y terminaré hace tres. Porque mi reloj dibujado no funciona bien y me da horas diferentes si lo miro al derecho o al revés...

sábado, 6 de junio de 2015

Soneto IV

Esto no es un soneto
ni tampoco son dos versos.
Esto tiene pinta de cuarteto,
y creo que ya no tiene remedio.

Las "normas" están para romperse. Como hago yo en mi cuarto "soneto". Tomémoslo como un experimento formal.

Soneto III

Tengo celos de tus sábanas
porque rozan cada noche tu piel.
Tengo celos de tu almohada
que besa tus mejillas una y otra vez.

Tengo celos de tus gafas
porque viven para mirarte los ojos,
y tengo celos de tu cama
por un motivo bastante obvio.

Estoy celoso de tus vasos
que besas cada vez que tienes sed,
y del agua que entierra tu llanto.

Estoy celoso, si, ya lo sé.
Pero no me importa tanto
cuando sé que te volveré a ver.

Soneto II

Caminando me hayo el camino
descalzo y sucio, disfrutando.
Es duro a veces, sin embargo
acabas extasiado, peregrino.

Los vientos alborotan los pelos
y distribuyen las brasas de la hoguera,
esa que no compartimos con cualquiera,
esa a la que susurramos los anhelos.

A veces duele. A veces cansa.
Otras veces disfrutas.
El caso es que viajas.

A veces entran. A veces se van.
Otras, pocas, se quedan.
Y al final, todos a nadar al mar.

domingo, 31 de mayo de 2015

Soneto I

Próximamente iré escribiendo y subiendo sonetos. No les pondré nombre, me limitaré a numerarlos. Este es el primero de, espero, muchos:

Algún día escribiré famosos versos
que reciten los novios en las bodas.
De esos que se nos escapan de la boca,
de los que te recitan cuando estás muerto.

Algún día serán famosas mis poesías,
mis bastardas y cobardes letras
que como si tuvieran la lepra
expulsé de mí con futura melancolía.

Mientras tanto, solo y a solas escribo.
De la luna, la muerte, el infinito azul.
De sus ojos y lo que ven los míos.

A las nubes, a todos los mares del sur.
Pero nada de lo que yo haya escrito,
se parece a lo que, con mirarme, escribes tú.

lunes, 25 de mayo de 2015

¿Puesta de sol?

El viento me ha arrancado el sombrero y la dignidad. Pero no me importa porque allí el horizonte me mira tranquilo y sereno mientras el sol empieza a ocultarse tras los muros de algodón que naufragan como pateras. Son propiedad de un poeta que viaja, sufre, naufraga y vuelve a nacer. Y escarba hasta sangrar. Y escribe con esa sangre, con lo que queda de sus uñas que, mezcladas con tierra, saben a hierro y mentiras. La sangre que nace de su corazón, muere en sus dedos.
Tengo las nubes que son botes salvavidas de mi naufragio personal. Pero sobretodo, tengo una pluma sin tinta y un ojo de cristal gracias al cual veo cómo el sol intenta mantenerse a flote sobre el horizonte y cómo agoniza y lucha por aguantar un poco más. Pero no me importa nada de eso, ahora soy feliz.
Feliz porque las estrellas que desvisto son gotas de los besos que un día le robé a la dama blanca. Porque cada verso que escribo es una eyaculación sobre la luna que la vuelve más blanca y bella. Y soy poeta. Y sangro. Y soy feliz.
Mientras tanto el agua suena y retumba en mis oídos. Como los olores retumban en mi nariz. Y me recuerdan que fuimos y somos efímeros, como cada una de las gotas que nacen de un chorro de agua para morir en la inmensidad de la fuente. Que no somos un río. Que no tenemos afluente. Que no tenemos más que un par de gotas de lágrima, un alma de poeta y un destino: acabar en el mar, naufragando entre ojos sin tinta y plumas de cristal.

sábado, 9 de mayo de 2015

Realidades camaleónicas

Hoy me he tumbado sobre el césped. Olía a flores frescas y a los grititos de las briznas de hierba que se quejaban bajo el peso de mi cuerpo. Y he mirado al inmenso techo azul que cubría mi cabeza y me he sentido aun más pequeño e insignificante.
De pronto una bandada de golondrinas ha cruzado el cielo y no he podido evitar imaginarme volando, como una de ellas, surcando las nubes como un velero, sin rumbo, sin timón ni timonel. Y me veía desde abajo... Una mancha sobre el césped...
Y veía la gente pasear... Unos niños jugando... Y he querido ser niño otra vez.
Y sin darme cuenta estaba jugando al fútbol en la plaza. Me pasaban el balón y ¡gooool! Metía un golazo. Y allí estaba yo, celebrándolo, cuando sin saber por qué me he tropezado y me he hecho un raspón en las rodillas.
Pero mi madre, mi heroína, ha venido a consolarme. Cuando me ha echado el vetadine no he podido contener las lágrimas y ella me ha abrazado y me ha dado un beso en la frente. Después me ha soplado en la herida y ha dejado de dolerme. Y he pensado que cómo molaría ser mi madre, ¿no?
Allí estaba yo, delante de mi hijo en la plaza. Qué listo es. Y que guapo. Ha salido a su padre. Me da la vida con sólo sonreír. Es tan alegre... Y tiene muchos amigos. Pero él se ha ido a jugar y yo he vuelto al banco con las vecinas. Qué chismosas son... Son peor que un dolor de muelas.
He girado la cabeza y he visto a una pareja de ancianos paseando de la mano... Ay, cuanto echo en falta a Vicente... ¿Por qué él? Con lo bueno que era... Con lo que yo le quería... Tuvo que llevárselo aquel accidente. Y se me ha roto aún más si cabe el corazón. Y he pensado la suerte que tenía aquella pareja de ancianos. Ojalá hubiera podido llegar a esa edad tan feliz con la persona que quería. Ojalá...
Sin darme cuenta siquiera he notado que alguien me cogía la mano... Una señora mayor me estaba sonriendo. Me he mirado las manos... Me había convertido en el anciano que acababa de ver. Qué bien me he sentido por un momento... He sido tan feliz... Como la quería... Pero de repente me he dado cuenta de que me dolían más partes del cuerpo de las que podía contar. Y me he tenido que sentar, agotado de cargar con ese cuerpo tan pesado y hecho polvo.
Según estaba sentado en un saliente de una pared he visto a dos chicos jóvenes correr. Estaban haciendo eso que los chicos llaman "ranin", que a mi me suena como a hacer la rana. Qué vitalidad. Ojalá tuviese un cuerpo así... Ojalá.
He empezado a notar mi respiración agitada. Mi pulso acelerado. Iba corriendo. Con el Chema al lado. Nos estamos preparando para la maratón del año que viene. Es genial. Una pasada. Miles de personas corriendo con el mismo objetivo que tú... Buah, es una rentada. Qué ganas hay.
Me he tenido que frenar un poco por un semáforo en rojo y he visto a un pive salir de un mercedes blanco inmaculado... Qué guapada de carro. Cómo se nota quien tiene pasta. Ojalá tuviera yo pasta suficiente para eso y más. Lo que daría yo por...
Hey. ¿Qué hago con las llaves de un coche en la mano? Anda, ahora soy el tipo con dinero de antes. He mirado mi reloj... Las tres y veinte. Llegaré tarde si no espabilo. He echado a andar rápido. Tengo que cerrar ese negocio. Puedo forrarme. Más aún quiero decir. Pero esto de ir corriendo a todos lados... Pfff. Llego agotado a casa. No veo apenas a los niños. Y mucho menos a Clara. Debería pasar más tiempo con ellos. Pero no tengo tiempo suficiente. No puedo alargar el día dos horas más. Ojalá pudiera.
Y en mi carrera hacia la oficina he pasado por un parque. Qué envidia el chaval ese, con aire de poeta, que está tumbado en el césped, le sobra el tiempo, ya se ve. Mírale, ahí boca arriba, mirando ensimismado al cielo. Que envidia ¿no crees?

Dedicado a ese Espejo que tanto me ha ayudado y ayuda. No cambies.

martes, 28 de abril de 2015

Ebria y breve historia de un amante secreto.

"Y aquí estamos... Tu y yo. Solos otra vez" le susurró al vaso con licor. No estaba ni medio lleno ni medio vacío, a esas alturas simplemente, estaba.
Apuró de un trago lo que quedaba y miró afuera tras los cristales semiopacos del bar. Era tarde. Quizá ella estuviera ya ahí fuera... Quizá...
Saltó del taburete en un ridículo intento por mantener una apariencia sobria y tuvo que agarrarse a la barra, arrastrando un cuenco de frutos secos tras de sí.
"Que... Que te debo, Juan?" El camarero le hizo un gesto con la mano y, en respuesta, dejó mil pesetas encima de la sucia tabla de madera.
Tras tropezarse con el taburete y caminar a trompicones se dejó caer sobre el billar. Y vomitó. Se limpió con la manga de la camisa y, milagrosamente consiguió llegar hasta la puerta del local. Estampó su cara contra ella y murmuró alguna maldición antes de abrir la puerta con la nariz sangrándole.
El segundo golpe se lo dio el frío de la calle. Un frío helado de ese que cristaliza los pulmones y te corta la respiración como una patada en la boca del estómago. Al menos le ayudó a coagular la sangre que, al igual que él antes, vomitaba su nariz.
Caminó haciendo eses hacia una farola y decidió orinar allí. Al subirse los pantalones tropezó y recibió un tercer golpe, del coche que tenía detrás. Se hizo daño en el costado y perdió ligeramente el equilibrio por lo que acabó dando un cabezazo a la farola. Se sintió caer, mareado y en shock, sobre sus rodillas. Vomitó, otra vez, igual que su nariz que volvía a sangrar, esta vez acompañada de su sien. Se le nubló la vista y se desplomó sobre el costado, resintiéndose del golpe con el coche. Y allí se quedó tirado.
Consiguió esclarecer su mirada y vio el vaho que le salía entrecortadamente de la boca. Y allí estaba ella... Solemne como un monolito inamovible, bella como un cisne. Cálida y fría a la vez, como un soleado día en pleno enero. Familiar como el sabor a sangre de su boca. Estaba allí. Pero a la vez estaba tan lejana...
La miró y unas lágrimas brotaron de los dos carbones que tenía por ojos. La luna había asistido a ver sus últimos momentos, se apagaba y él lo sabía, al igual que sabía que nadie iría a rescatarle, al fin y al cabo, nunca había ido nadie a rescatarle salvo ella.
Sonrió unos instantes a la luna y esta, por extraño que parezca, le devolvió la sonrisa. Se sintió desaparecer. Se iban apagando poco a poco los últimos resquicios de su cuerpo helado sobre la fría acera, llena de sangre y vómito. Alzó los ojos al cielo y, como pudo, dijo sus últimas palabras: "ya voy, mi amor. Enseguida llego ahí arriba, a tu lado por fin".

martes, 21 de abril de 2015

El día que yo me apague.

El día que yo me apague
y apague conmigo nuestra llama,
no llores lágrimas amargas
que desafinen tu armoniosa mirada.

No riegues con sal la almohada
que tantas veces nos ha visto amarnos,
no ahogues tu llanto en nuestra cama
que nos escuchó besarnos tanto.

No permitas que mi cadavérica ausencia
oprima con su mano huesuda tu alma soñadora,
no te enjaules en barrotes de recuerdos y nostalgia,
mirando con tus cuencas
cómo pasan las horas.

Cuando la luna bese tu rostro,
roce tus senos y acaricie tus manos,
entonces, seré yo que no me he ido,
tumbándome a tu lado,
susurrándote: te amo.

jueves, 16 de abril de 2015

Me ando planteando...

Me ando planteando
como robarte un beso.
Quizá te diga "mira allí"
o "escucha esto".

Me ando planteando
como robarte una sonrisa.
Hago chistes, comentarios,
cuando el alma se me eriza.

Me ando planteando
como rozar tu pelo.
Una flor en tu oreja
y deshojar sus pétalos.

Me ando planteando
como abrazar tu mano.
Contar tus dulces dedos,
y seguir caminando.

Me ando planteando
como robarte el corazón.
Besos, sonrisas. Tu mano,
tu pelo. Mi sinrazón.

domingo, 5 de abril de 2015

Mientras me lavo los dientes

Mira dónde he llegado haciéndote caso. A un estado grumoso y granulado de pequeñas tumoridades grisáceamente sanguinolentas.
Si si. Te hablo a ti, yo. Suena paradójico discutir contigo cuando eres yo mismo. Pero todo es tan confuso como una chistera saliendo de un conejo. Eso hasta tendría cierta gracia.
¿Dónde estás? ¿Estás detrás de mi pulmón izquierdo? ¿O escondido en la rodilla? ¿Quizá hayas huido al ombligo? No es mal sitio para esconderse, al lado están las cosquillas, aunque las tengo un poco oxidadas. Y se me empieza a oxidar también el corazón, de usarlo cada vez menos. Según va pasando el tiempo van cerrando salas dentro de él llenas de granulaciones grises y rojas. Y no lo entiendo, siempre he batido bien el colacao para que no quedasen grumos...
Que mis bolis rebosan tinta y mi escritorio se encuentra debajo de un millón de papeles en blanco. Palabra, tachón, palabra, tachón... Un reloj que va contando todo ese tiempo que llevo inquieto en mi sillón, con el modo piedra en ON. Y no lo entiendo.
Quizás se deba a que he empezado a tomar café y Peter Pan se pone traje para ir a trabajar. Quizás simplemente tengo que asumir que en una de mis cagadas nivel diarreico, eché por el culo todo lo que había sido, cagándola aún más. O quizás no haya mirado en el hueco que tengo entre dos muelas y, con la suerte que ya no tengo, se encuentren allí los restos de mi yo anterior y pueda volver a tener que hasta robar bolígrafos. Y los gaste también. Ojalá. De momento, voy a lavarme por millonésima vez los dientes a ver si encuentro algo. Y soy capaz volver a escribir.

lunes, 9 de marzo de 2015

Próxima estación, Abrantes.

El metro iba lleno, hasta las trancas. A reventar de gente. Pero a él solo le importaba una persona. Ella estaba al otro lado del vagón, con la mirada perdida en un infinito nublado de colores morados y rosas, un infinito lleno de sueños con sabor a chocolate y fresas. De vez en cuando bajaba la vista para mirar el móvil, que respondía a la luz de sus ojos con una luz bastante artificial, como la de un neón oxidado. Mirada rápida. Parpadeo de luz. Y vuelta a perderse en lo que quiera que estuviese pasando en su interior.
Él, mientras tanto, se perdía en el pelo color miel de ella. Y solo pensaba en acercarse y decirle algo, cualquier tontería, lo que fuera. Pero se topaba con un muro infranqueable de rostros macilentos y olores bastante desagradables que le impedía el paso, como la presa al agua del río. De hecho, se sentía desbordar. Imposible avanzar, imposible retroceder. Los olores se le colaban en la nariz y los ojos le lloraban, no sabía si por el olor o por la frustración de no poder acercarse.
Mientras, ella, inmune a todo, mantenía su belleza en aquel vagón gris y sucio, con la mente soñando un insomnio de seda y terciopelo beige. Estaba muy lejos de allí, se notaba. Su boca dibujó una leve sonrisa como la luna la noche después de luna nueva, a la vez que parecía separarse de los brazos de un Morfeo acosador. De repente, una cuchillada de realidad la trajo finalmente de vuelta: “Próxima estación, Abrantes”. Tras pestañear se guardó el móvil en el bolso y bajó del vagón.
Al ver esto, él se bajó sin pensarlo siquiera, no era esa a la parada a la que iba. Pero, acababa de darse cuenta, era su estación.

domingo, 15 de febrero de 2015

Escribiendo sin poder escribir

Sé que tengo esto un poco inactivo pero es que tampoco tengo grandes ideas sobre las que escribir y mucho menos tengo inspiración. No sé muy bien por qué me pasa esto, pero es así... Y me frustra. Es como sentir que estás a punto de explotar pero no tienes un alfiler para pincharte. Es como sentir amor sin saber a quién amar o sentir nostalgia de no sabes muy bien qué, y por lo tanto, no sale, simplemente está ahí ese sentimiento y ya, ni para delante ni para atrás. Y te quema por dentro. Y desearías tener alfileres. Decenas. Cientos de ellos. Para que cada vez que el alma te pide que escribas tu puedas corresponderle, no cómo me pasa a mí ahora.
A continuación os dejo un poema que escribí hace unas semanas y que expresa (o lo intenta) la sensación esta que os digo y la frustración que me corroe las entrañas.

Dichosa musa que ciegas
mis instintos ahullantes
cuando me desbordan.

Las ideas se me queman,
y mojadas, vacilantes,
huyen de mi boca.

Silencio, maldito seas,
me abrumas con los mares
que ahogan las palabras.

Y los sueños solo merman
cuando muero por los bares
sin poder ni hablar.

Pluma atada con correas
de nailon y viejo papel,
déjate querer.

Mis recuerdos ojea
un frustrado amante
de lo que no es.

La tinta que gotea
por mis mejillas sin caer
en un poema.

Los lápices que se estresan,
mis tachones atronantes
de un simple dilema.

Mis ojos que se esmeran
aunque se quejan de ver
las letras, de mi, huir.

Y mi dolorida espera,
y mi tonta insensatez
de querer escribir.

jueves, 1 de enero de 2015

Se marchó

Se marchó. Ella se marchó.
Sin más explicación
que un mordisco en el cuello
del cual yo no era dueño.
Se marchó. Ella se marchó.
Los amaneceres
son oscuros y siniestros
en su hueco del colchón.
Se marchó. Ella se marchó.
En los tugurios
más heridos en su honor
es donde bebo y vivo yo.
Se marchó. Ella se marchó.
La vi alejarse
por las calles de mi alma
y torcer hacia el dolor.
Como una cenicienta
pasadas las doce y cinco.
Se marchó.
Tras recoger sus cosas,
mi orgullo y mi delirio.
Se marchó.
Sin mirarme a los ojos
ni decir siquiera adiós.
Se marchó.
De un portazo cerró
la puerta de mi corazón.
Y se marchó.