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sábado, 23 de enero de 2016

La loca del bar.

Llevo un tiempo observándote. Allí, sola, en esa esquina oscura del bar que has convertido en tu escondite. Con tu ginebra entre las manos, ahogando las voces de tu cabeza entre los hielos casi derretidos de un cubata. Con tu chupito de tequila con sal pero sin limón, porque para poner malas caras ya está la vida, dices.
Allí. Sola. En el mismo sitio de siempre, mi punto de mira cada vez que vengo y el punto de partida de mis sueños cada vez que me voy. Sentada con esos putos puntos suspensivos que quedan en suspense sobre tu mirada a medio borrar. Esa mirada que puntúa con acentos el silencio que generas y coloca diéresis hundidas bajo tus caderas.
Allí. En tu escondite. Huyendo de ti, o de mi, o del camarero que ha terminado por tomarte como un mueble más. Escondida para cuando el cielo se derrumbe, para cuando se seque la brisa que tan bien le sentaría a tu pelo. Temiendo que algo o alguien invada tu retiro anticipado.
Pero quizá haya llegado el momento de enfrentarte a tus miedos cuando te diga el camarero que a esta ronda invito yo. Cuando me acerque a presentarme como el loco solitario que te observa desde la esquina opuesta del local. Cuando me siente a tu lado y te pregunte qué tal todo. Cuando hablemos como dos locos solitarios que se acaban de conocer pero a los que les quedan mil locuras por vivir juntos. Cuando decida besarte y perdamos verdaderamente la cabeza hasta tal punto que nos tengan que encerrar.

sábado, 16 de enero de 2016

Benditos Malditos (bis primero)

Benditos sean los zagales futbolistas,
los ancianos resabiados,
los adolescentes con sus pintas
y los adultos consagrados.

Malditas sean las telefonistas,
los chicles pegados al zapato,
las mujeres sin aristas,
los que le echan kétchup al gazpacho.

Benditos sean los policías corruptos,
los de "otra, que a esta ronda invito",
los que se montan en todos los columpios,
los de "oiga, ponga otro chupito".

Malditos sean todos los niños pijos,
la tos seca que del abuelo,
los canallas que van de buenecitos
y no saben ni llevar sombrero.

Benditos sean los aprobaos raspaos,
el cibersexo a cobro revertido,
los que desayunan colacao,
los que lo hacen todo divertido.

Malditos sean los tontos, gilipollas,
los toreros que tienen pocas luces,
los de "ay, que se me va la olla"
ese amigo que ya nunca conduce.

Benditos los benditos bendiciendo,
los polvos con la hija del vecino,
los de "si eso pues ya lo vamos viendo",
los negados para el "si, cariño".

Malditas las bibliotecas con atascos,
los libros olvidados del estante,
las cucharas con restos de caballo,
los caballos poco galopantes.

Benditos los orgasmos sugeridos,
el piano, la música clásica,
los bombones, todos los surtidos,
los que usan lentillas con las gafas.

Maldito sea el estreñimiento,
la diarrea, la otra y la verbal,
los que cagan con resentimiento,
los del pino tras el rosal.

Benditos los cubatas con dos hielos
de un buen ron con cocacola,
los que beben siempre los primeros
y esta canción, cómo me mola.

Maldito sea el caballo de Troya
que va directo al corazón,
que coge el alma y te la folla
y no se molesta ni en usar condón.

Bendito sea el onanismo,
el amor propio, hasta el ajeno,
los negados para el absentismo,
los que saben usar bien los dedos.

Maldita sea la ruleta rusa
que se juega sin casquillos,
agotar la batería a tu musa,
o quedarse sin los calzoncillos.

Benditas las escaramuzas
perdidas todas en tus labios,
esos labios que huelen a aventura,
a aventura acabada en tu regazo.

Malditos los falsos poetas
que riman por puro postureo,
que riman las carretas y las tetas
y postureo con "me meo".