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viernes, 30 de mayo de 2014

París

Oh, París... sueño de insomnios y lluvia de luces brillantes. Ciudad de cine, de libro y de música, ciudad de libres, ciudad de genios y de manchas borrosas entre multitudes.
París, noche en vela y sueño velado; día abierto entre nubes dulces como rayos de sol, reflejos en el agua del Sena. Fuente de vientos dorados, sueño de luna y de estrellas; viaje al recuerdo y a la nostalgia, al caudaloso mar antiguo y al escaso árbol de memorias de personas olvidadas.
Jamás despertó en alguien una ciudad tal deseo, jamás una ciudad fue tan grandiosa, jamás una ciudad fue mayor inspiración que el propio Amor, o más bella que la compañera inseparable de este, Psíque,
París, esa ciudad que alberga mis sueños, sueños que la sueñan sin descanso. París, esa ciudad que inspira sin ser conocida como si de la mujer perfecta se tratase. París, ese deseo imperturbable de mi alma.
París... sumérgete en mi descanso y ayúdame a soñar.

sábado, 17 de mayo de 2014

Burlas de la naturaleza

Gritaba y el eco se burlaba de él. Se esforzaba en gritar más pero sólo obtenía una mofa difusa. Sus esfuerzos eran en vano.
Intentaba oír los pájaros, pero a su paso los pájaros callaban. Agudizaba el oído al máximo pero no era capaz de escucharlos.
Buscaba piedras y estas se hacían ramas. Buscaba ramas pero se convertían en desechos. De hecho, si alguna vez buscase un desecho, probablemente encontraría sólo piedras.
Todo le rehuía, todo se ocultaba de él, incluso los días de luna llena pasaban a tener luna nueva.

jueves, 8 de mayo de 2014

Otoño en letras borradas

Era un otoño como los demás, era marrón, amarillo y rojizo, era vientos de seda y lluvia infantil.
Un chico ni muy alto ni canijo; ni gordo ni esquelético; ni atractivo ni feo, caminaba ensimismado por un parque. Era un chico como los demás. Iba por un parque con mantas crujientes como todos en esa época del año. Era un otoño con una pizca de sal, como todos los otoños.
El chico caminaba con las manos en los bolsillos del pantalón, con la cabeza baja y la mente viajera. Sin esperarlo oyó una voz femenina diciendo su nombre.
Miró a todos lados y la vió. Ella era guapa, no se podía describir su belleza, sólo podemos definirla como que era muy guapa. Él sonrió y caminó hacia ella, contento. Ella le devolvió la sonrisa y soltó un chascarrillo a modo de saludo.
Estaba enamorado de ella, pero ella no sabía nada de sus sentimientos, o al menos eso parecía. Caminaron toda la tarde cazando recuerdos y alientos hasta que el crepúsculo les arropó conjuntamente. Pasearon de noche a la vela de la luna, contando formas celestes y dorando historias.
Llegó el momento de la despedida y ambos se dijeron adiós con la mano mientras se alejaban, echándose de menos antes de nublarse en la penumbra, enamorados.
Pero ninguno, jamás, dió el paso pues las señales de cupido eran emitidas pero no recibidas. El amor se corrió como las letras de una carta cuando ella leyó: "estoy enamorado de ti y no lo sabes, sé que tu de mi no por lo que evitaré el mal trago de decirtelo. Me voy para olvidarte." Ella se lamentó el resto de sus días la falta de mensajes pero ya era tarde, él se marchó para olvidar las letras borrosas que ella no olvidará jamás.