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viernes, 11 de diciembre de 2015

Cuando sepas lo que duele, puta.

Cuando sepas lo que duele
amar entre los pliegues de tus ojos,
cuando sepas lo que duele
follar una mano sin nosotros.

Cuando sepas lo que duele
que no me mires cuando pasas,
que se me derritan los bombones
en la puerta de tu casa,
esperando
a que te dignes a abrir
tus orejas a mis ansias
y no dejes que se apaguen
nuestras plantas.

Cuando sepas lo que duele
fumar maría los domingos,
o gastar condones
sin quitarme los calzoncillos.
Y romper las lanzas
de victoria,
de tu vecino.
Y dolerme el alma
supurando pus mi ombligo.
Y tenerte en mi cabeza
como la tabla del tres,
y comerse los mocos en la mesa,
o quedarse sin café.

Cuando sepas lo que duele
ostiarse con un coche
inexistente.
Oír los gritos derretidos
de la gente.
O volcarte en la cama
así, de repente.
Y ver que son las seis
y no levantarte
para ir a clase.
Vomitar volutas de humo,
ahumado y a la brasa
en la barbacoa que me regalaste.

Cuando sepas lo que duele
sangrar a destiempo
y mancharse la camisa.
Y cagar tus mentiras
en diarrea corrosiva
de un chupito
que te tomaste por mí
mientras yo no paraba
de mirarte el culo.
Ese culo ondulante,
zarandeable,
tulgente,
visitable,
que va con tornos
y viajes de un euro el abono.

Cuando sepas lo que duele
hacerse una paja
pensando en ti,
sentado en una caja
de cervezas vacías
y bastante borrosas.

Cuando sepas lo que duele
escribir poesía
y quemarla en mis pupilas
encendiendo las cerillas
contra mis párpados.

Entonces entenderás cuando te diga:

Puta de mis amores,
puta de mis putas,
puta de ocio y no de profesión.
Puta, no seas puta,
vete.
Puta, déjame en paz.
Puta, no seas puta,
vete,
y no mires para atrás.