Amanecía un nuevo día y Jack se
levantaba ojeroso y cansado pues había estado toda la noche
cavilando sobre lo sucedido la tarde anterior en la biblioteca.
Desayuno gachas de avena, queso y un zumo de cerezas recién hecho
pero no saboreo nada de esto pues su mente estaba muy lejos de allí,
bueno, quizás no tan lejos, tan solo cuatro plantas mas arriba, allí
estaba la biblioteca. Termino de desayunar y se despidió de sus
compañeros de mesa para ir a los jardines, allí había quedado con
Simon, su mejor amigo, al que le había colado una nota por debajo de
la puerta de su dormitorio esa misma mañana citándolo a las diez en
los jardines. Jack llego a las nueve y media, como de costumbre
llegaba pronto. Se sentó en el mullido césped que estaba todavía
húmedo por el roció de la mañana, pero a el le daba igual, solo
había una cosa que podía echar de su cabeza todas las ideas y
teorías que en ella circulaban, eso era su laúd, su gran amigo y
compañero de viaje.
Se sentó y comenzó a tocar “Erase
una chica sin nombre”. Sus dedos se deslizaban por las cuerdas casi
mágicamente, era feliz cuando hacia música, y esa felicidad la
transitiva a quien le escuchaba. Dieron las diez y media y no se dio
cuenta, siguió tocando. Cuando Simon llego eran ya las once pasadas
pero Jack no se había percatado de la hora y casi sintió que Simon
apareciera y tuviera que dejar de lado la música.
Gracias por el tiempo dedicado a leer el blog. Si os gusta me gustaria que siguierais el blog, gracias.