Muy pocos lo sabéis pero en Octubre conseguí una beca de la ECH (Escuela Contemporánea de Humanidades) junto con la Fundación Telefónica para un curso de escritura en el que tenemos clases variadas desde relato breve hasta música. Soy uno de esos 25 afortunados que consiguió la beca, y, obviamente, la estoy disfrutando.
Esta entrada es un ejercicio que nos mandó cierto profesor... curioso, dejémoslo ahí. Tenía que elegir un pecado capital y hacer que el mar lo represente. He decidido que a partir de hoy, como ando falto de inspiración literaria como en momentos anteriores de mi vida, voy a ir publicando todos y cada uno de los ejercicios que me manden, espero que, sinceramente, os gusten. Aquí va el primero:
El mar estaba en calma, estaba tranquilo, grande e inmenso,
inabarcable. El sol despuntaba por el horizonte, parecía que el sol surgiese
del mar, parecía que el gran astro dependiese de la inmensa masa azul que cubre
nuestro planeta. El sol, fuente de vida y luz, de calor y vida dependiendo de
algo, podríamos decir que de alguien.
Ese alguien, el mar, permitía que solo algunos lo cruzasen,
solamente los dignos de hacerlo. El mar horadaba las rocas, testigos
inamovibles de la historia de aquel gigante. Bueno, inamovibles para cualquiera
menos para él, las deshacía y convertía en arena, las rompía si quería, solo
podía hacerlo él de esa manera tan sencilla.
El mar arrastraba las cosas, las movía a su antojo, era
imposible luchar contra su voluntad, y, obviamente él lo sabía, él sabía que
era insuperable y perfecto. El cielo era azul por su reflejo, la vida existía
porque surgió dentro de él, toda gota de agua que no estuviese dentro de él
acabaría tarde o temprano conformando un todo invencible. Era capaz de inundar
ciudades, de apagar fuegos y de arrasar y volver yerma la tierra virgen, de
hundir barcos, matar personas sin apenas esfuerzo. Él dio la vida a todo ser,
pero podría quitársela si quería, desde el hombre que se ahoga hasta el pez que
es arrastrado por una corriente submarina.
Y, obviamente, lo sabía. Y se sentía invencible, invencible
e inigualable por nada ni nadie. Él sabía que tenía el poder de hacer cualquier
cosa. Lo sabía y lo utilizaba. Y así ha sido, es y será porque él lo quiere
así, porque puede hacerlo y lo hace.