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sábado, 9 de mayo de 2015

Realidades camaleónicas

Hoy me he tumbado sobre el césped. Olía a flores frescas y a los grititos de las briznas de hierba que se quejaban bajo el peso de mi cuerpo. Y he mirado al inmenso techo azul que cubría mi cabeza y me he sentido aun más pequeño e insignificante.
De pronto una bandada de golondrinas ha cruzado el cielo y no he podido evitar imaginarme volando, como una de ellas, surcando las nubes como un velero, sin rumbo, sin timón ni timonel. Y me veía desde abajo... Una mancha sobre el césped...
Y veía la gente pasear... Unos niños jugando... Y he querido ser niño otra vez.
Y sin darme cuenta estaba jugando al fútbol en la plaza. Me pasaban el balón y ¡gooool! Metía un golazo. Y allí estaba yo, celebrándolo, cuando sin saber por qué me he tropezado y me he hecho un raspón en las rodillas.
Pero mi madre, mi heroína, ha venido a consolarme. Cuando me ha echado el vetadine no he podido contener las lágrimas y ella me ha abrazado y me ha dado un beso en la frente. Después me ha soplado en la herida y ha dejado de dolerme. Y he pensado que cómo molaría ser mi madre, ¿no?
Allí estaba yo, delante de mi hijo en la plaza. Qué listo es. Y que guapo. Ha salido a su padre. Me da la vida con sólo sonreír. Es tan alegre... Y tiene muchos amigos. Pero él se ha ido a jugar y yo he vuelto al banco con las vecinas. Qué chismosas son... Son peor que un dolor de muelas.
He girado la cabeza y he visto a una pareja de ancianos paseando de la mano... Ay, cuanto echo en falta a Vicente... ¿Por qué él? Con lo bueno que era... Con lo que yo le quería... Tuvo que llevárselo aquel accidente. Y se me ha roto aún más si cabe el corazón. Y he pensado la suerte que tenía aquella pareja de ancianos. Ojalá hubiera podido llegar a esa edad tan feliz con la persona que quería. Ojalá...
Sin darme cuenta siquiera he notado que alguien me cogía la mano... Una señora mayor me estaba sonriendo. Me he mirado las manos... Me había convertido en el anciano que acababa de ver. Qué bien me he sentido por un momento... He sido tan feliz... Como la quería... Pero de repente me he dado cuenta de que me dolían más partes del cuerpo de las que podía contar. Y me he tenido que sentar, agotado de cargar con ese cuerpo tan pesado y hecho polvo.
Según estaba sentado en un saliente de una pared he visto a dos chicos jóvenes correr. Estaban haciendo eso que los chicos llaman "ranin", que a mi me suena como a hacer la rana. Qué vitalidad. Ojalá tuviese un cuerpo así... Ojalá.
He empezado a notar mi respiración agitada. Mi pulso acelerado. Iba corriendo. Con el Chema al lado. Nos estamos preparando para la maratón del año que viene. Es genial. Una pasada. Miles de personas corriendo con el mismo objetivo que tú... Buah, es una rentada. Qué ganas hay.
Me he tenido que frenar un poco por un semáforo en rojo y he visto a un pive salir de un mercedes blanco inmaculado... Qué guapada de carro. Cómo se nota quien tiene pasta. Ojalá tuviera yo pasta suficiente para eso y más. Lo que daría yo por...
Hey. ¿Qué hago con las llaves de un coche en la mano? Anda, ahora soy el tipo con dinero de antes. He mirado mi reloj... Las tres y veinte. Llegaré tarde si no espabilo. He echado a andar rápido. Tengo que cerrar ese negocio. Puedo forrarme. Más aún quiero decir. Pero esto de ir corriendo a todos lados... Pfff. Llego agotado a casa. No veo apenas a los niños. Y mucho menos a Clara. Debería pasar más tiempo con ellos. Pero no tengo tiempo suficiente. No puedo alargar el día dos horas más. Ojalá pudiera.
Y en mi carrera hacia la oficina he pasado por un parque. Qué envidia el chaval ese, con aire de poeta, que está tumbado en el césped, le sobra el tiempo, ya se ve. Mírale, ahí boca arriba, mirando ensimismado al cielo. Que envidia ¿no crees?

Dedicado a ese Espejo que tanto me ha ayudado y ayuda. No cambies.

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