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domingo, 14 de diciembre de 2014

La luna caza pescadores

La luna inyecta sus rayos en el mar y estos emergen en forma de fantasmas para abordar a los humildes pescadores. Ellos, incautos discípulos de sus propias almas, se creen Ulises atrapados entre sirenas.
Como cigüeñas cayendo hacia el cielo sobre su presa, los espectros de la plata se abalanzan contra sus ciegos testigos que, a su vez, alzan los brazos al mar, como una madre hacia su bebé recién nacido.
Los remos y timones se escarchan mientras los mástiles se comban bajo las faldas de los barcos y los pescadores se dilatan sobre el corsé de cubierta. Espectros y fantasmas se enzarzan en un abrazo de tempestuoso resultado, quedando la  mayoría de los pescadores, pescados. En las redes de sus propios temores se retuercen buscando a tientas una bocanada de cordura que parece no llegar.
De repente, el mar comienza a quebrarse a causa de los turbios tacones de la luna, que rayan su superficie. Todo se empieza a embriagar de inestabilidad y comienza a girar, una y otra vez, arrastrando a los barcos consigo. La sal oxida los goznes de las gigantescas olas que mojan las medias de popa, mientras que, en proa, los pescadores abrazan, ahogados, su respiro. Y se lanzan al mar.