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viernes, 23 de diciembre de 2016

El Festín.

El cadáver está flotando
en la laguna de gusanos cristalinos
que lo devoran
poco a poco.

Tiene los huesos por calcetines
y les sirven de autopista
a la carroña,
que derrapa
a más kilómetros por hora
de los que puedo contar.

La sangre levanta un muro infranqueable
entre las dos mitades
en que está dividido.
Básicamente está así
por indecisión propia.

Un humo negro, con rastrojos,
se alza imponente sobre su pecho
impidiendo que pueda
mirarse al espejo
y ver que tiene un agujero
a la izquierda
del esternón.

De hecho, si lo miras de espaldas,
el agujero es como una ventana
a la más profunda de las tinieblas,
incrustada en pleno corazón.

Pero este ya no está.

Seguramente haya sido el desayuno de algún buitre o hiena
que, sin pensar en los desperfectos,
lo arrancó
directamente con los colmillos,
sin miramientos.

Una cicatriz le cruza el cuello
con la forma
de un crepúsculo
que se cuela
entre cipreses podridos.

Tiene pompas
de sangre y pus
que dan ganas de explotar,
como si se tratase
de papel de embalar,
alrededor de la boca.

Los dientes sonríen
pero son de yeso
y se ve
cómo se van deshaciendo.

Poco
a
poco.

De la boca se escapan
bichos, moscas, garrapatas,
en una orgía putrefacta
donde el sexo
y la comida
acaban siendo la misma mierda barata.

Tiene la nariz torcida
en tres direcciones diferentes,
como si fuera una señal
en aquel vergel de cochambre
para que nadie,
ninguno,
deje de disfrutar de los manjares.

Tiene una cuenca vacía,
y lo que es peor,
la otra a medio vaciar.
Hay un par de ratas
jugando con el ojo
a la pelota
en una de sus mejillas.

Y de vez en cuando chillan gol.

No le queda apenas pelo.
Algún jardinero maniaco
ha decidido
arrancar las malas hierbas.
Tanto, que dejó sueltos
colgajos de cerebro palpitante.

Por último, la invitación al festín
hecha de piel,
cuelga de una estaca
a escasa distancia:

"Malas putas,
ratas, gusanos,
hienas, moscas,
excrementos varios.

Estáis todos invitados"

Me doy cuenta de una última cosa
antes de unirme a la fiesta
por pura inercia:

Le falta una oreja.

Supongo que por eso no oye bien.
Quizá por eso no escucha cuando lo llamo,
y le digo
que deje de hacerme
lo mismo que le hacía
la sombra
a Peter Pan,
que se deje de fiestas
y vuelva donde debe estar:

dentro de mí.

lunes, 5 de diciembre de 2016

La vida es... Bella.

La vida es bella.

En los besos ilegales,
en las almohadas compartidas,
en los bares,
en los viajes
con muchas fotos que enseñar
y más fotos aún
que jamás
verán la luz.

En las miradas en Morse
que se lanzan dos novios
por cualquier calle de Madrid,
en los acordes de guitarra
de tu vecino,
ese que lleva años en el conservatorio.

Es bella en las primeras minifaldas del verano,
en los amaneceres ligeramente ebrios,
en los atardeceres
que preceden
a una noche que no recuerdo
pero seguro
debió ser
inolvidable.

En los amigos de toda la vida
y hasta en los desconocidos
que te invitan a chupitos.

En las reuniones familiares
donde la mayor discusión
es sobre cuánta comida quieres.

En las bromas cómplices
que solo entendemos los implicados,
en billares y futbolines,
en recitales de poesía
que sirven de antesala
a un ir y venir de botellines incontables.

En los goles en el descuento,
en las bendiciones favorables,
en el instagram
de todos aquellos
que suben fotos
super chachi geniales.

La vida es bella en los orgasmos compartidos,
en las galletas caseras,
en una peli de Roberto Benigni
en un "buenos días princesa".

En las risas nerviosas
que sirven de banda sonora
a los ataques de cosquillas,
en las sorpresas y reencuentros,
en los abrazos
que duran
tres eternidades y media.

En los susurros confesionarios
entre dos manos cómplices
que hacen dar vueltas de campana
al eje de la tierra.

Y la vida, para nosotros, sigue siendo bella.

Incluso en los comedores sociales
atestados de niños
que no saben lo que es
un bocadillo de Nocilla.

Incluso entre los tanques y metrallas,
entre los cadáveres de familias enteras,
entre los restos nucleares
de experimentos militares,
entre campos regados con sal y odio.

Si no lo vemos...

Es bella en las comisuras de carmín
de los muertos maquillados
que engrosan las filas
de la barbarie humana,
envueltos en una mortaja
con forma de bandera absurda.

En las cabezas nucleares
que piensan mejor
que las cabezas que las mandaron fabricar.

En los libros de poesía
que no son vistos
más que como
un arma arrojadiza
por si intentan violarte.

Es bella en Siria o Palestina,
en los niños soldado
que tienen de niños
menos que de máquinas.

En las pateras ilegales
que se hunden
en un acto casi benevolente
para aquellos
que no saben
saltar las vallas
que les han puesto
por toda Europa.

En los campos de refugiados
donde la más común
de las mutilaciones
es en la esperanza.

En los atentados
que terminan,
cómo ya es costumbre,
con un "¿cuántos esta vez?"
y una cifra
que ya
no remueve nada.

Es bella reflejada en la sangre
de una decapitación
cuyos protagonistas
no superan
los veinte años,
donde ambos saben de memoria su papel
aunque no lo entiendan nunca.

Es bella en las playas
llenas de muertos
que no salen
en fotografías,
en los llantos de hermanos
que no tienen
una cámara detrás.

En despertadores
cuyo timbre
es el sonido
de la alarma de bomba
que sonará
cinco veces más
en lo que queda de noche.

En gritos que claman a un cielo
por el que luchan
los que destrozaron sus gargantas,

En escombros
de escuelas
en toque de queda,
de letras bastardas,
de dignidad humana.

Es bella en desmembraciones,
en explosiones,
en la muerte
que cada día
tiene miles de diferentes versiones.

Al menos, lo es para nosotros
porque no lo vemos.

Pero, ahora,
ten los huevos necesarios
para decirle
a un niño
en un campo de refugiados
que la vida
es bella.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Abogo por futuros mejores.

Abogo por un futuro
donde hayan triunfado las revoluciones,
donde la igualdad esté a la orden del día
y solo sea necesario luchar
por nuestros sueños.

Donde el amor no se compre
y los niños no lleven deberes a casa.
Donde no se sepa
qué significa "pobre"
y el agua no sea inalcanzable para algunos.

Abogo por un futuro
donde no exista Telecinco,
donde el Congreso
esté lleno de poetas
y los políticos
no sean otra cosa
que un tema más en el libro de historia.

Donde los conflictos
se resuelvan
sentándose a la mesa
a compartir una cerveza.

Abogo por que sean innecesarios los abogados,
por la inexistencia de prejuicios
y por la abolición de las fronteras.
Por unas calles
inundadas de poemas
donde la poesía
sea un bien común.

Abogo por poder gritar te quiero
solo porque nos dé la gana,
por reír sin motivo
y sin miedo a que nos miren mal.

Por poder abrazar a quien quieres
sin que nadie comente nada,
por poder ver dibujos animados
a pesar de tener titantos años.

Abogo por un futuro de mentes abiertas
donde nadie
te prohíba nada
por tener ideales diferentes.
Donde puedas querer a quien te quiera
independientemente de todo lo demás,
donde nunca
se desprecie el trabajo ajeno.

Abogo por poder estudiar
lo que uno quiera
sin escuchar
que no tiene futuro
                   (estudio periodismo).

Por poder dedicarse
a lo que nos haga
despertar con ganas
y no a lo que dé más dinero.

Abogo por utopías como esta
y por muchas otras,
por futuros que, quizá,
no salgan nunca adelante.

Pero
sobre todo,
abogo, sin dudarlo,
por todos aquellos
que abogan
por futuros mejores.



Para micropoemas, recitales etc.: 

Twitter - @felipemateos
Instagram - @felipemateos134

Poema Psicodeprimente II

Se me derrama la soledad
por entre las costuras de mi pecho
mientras en la hoguera
se consume un reloj de arena blanca.

Los pianos ahora chirrían
en bares donde ya no quedan abrazos
y mucho menos botellines de cerveza.

Los besos tienen alzheimer
ahora que no resuenan
en ningún callejón de Malasaña,
mientras la luna
no para de hacerse pajas,
sólo que en vez de correrse
llora tequila sin limón.

Como falsos crisantemos
sobre dos ataúdes grises
me pretenden tatuar carnaza barata
en unas pestañas
que divagan entre escleróticas amargas.

A lo lejos alguien canta. A lo lejos...

Busco la canción en los balcones y tejados
pero solo encuentro a un tipo
saltando a una piscina de asfalto.
Y me gusta cómo salta.

Mariposas de sangre derrapan
sobre autopistas nevadas
para acabar explotando
como locas kamikazes
en una amplia gama de grises.

Una vez en casa
les rajo las muñecas a mis recuerdos
con un vinilo oxidado
que intenta follarse
a una gramola afónica
de tanto fumar.

Con un bolígrafo a medio gastar,
y con la necesidad de una asfixia,
le hago una traqueotomía a una libreta
y escribo cuatro versos
sobre una mierda de esas
que tanto abundan en mi cabeza.

De repente una foto me degüella
con la torpeza de un asesino virgen
y de la herida
empiezan a brotar
polillas con muñones en vez de alas.

Con calma, pues me pasa a menudo,
me dirijo al cajón de herramientas
y cierro el corte irregular
con unos pocos clavos,
justo antes
de que el último insecto podrido
escape de mi cuerpo.

Aún con la camisa sucia
me asomo a la ventana
donde el gato azul de la vecina
se columpia
apostando a la ruleta de la muerte.

Me subo al alféizar
y compro todas las papeletas,
cartones y números posibles
antes de saltar.

Lo último que recuerdo
es notar
como la soledad
se derramaba,
a borbotones,
por entre las costuras de mi pecho.



Para micropoemas, recitales etc.: 

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miércoles, 21 de septiembre de 2016

Bailando.

La conocí una noche
que parecía cualquier noche.
En un bar que parecía cualquier bar.
Con una gente que parecía cualquier gente.

Pero no fue así.

Nos presentamos y nos dimos dos besos.
Estuvimos hablando y salimos a fumar.
Bebimos algunas cervezas,
más de las que pude contar,
y bailamos.

Joder si bailamos.

Me guiñó un ojo
y yo le guiñé una sonrisa.
Me robó un trago de cubata
y puso la cara de asco
más bonita
que yo había visto nunca.

Y seguimos bailando.

Me dijo que iba a pedir una canción.
Y volvió con los ojos
llenos de luciérnagas,
tanto
que eclipsaban
la bola de la discoteca.

Y seguimos bailando.

Después de marcarnos
un solo de guitarra
con púas imaginarias
me miró
y me dijo
que la que sonaba
era su canción.
Que me la dedicaba.

Me pasó las manos
por detrás del cuello
y volvimos a bailar,
aunque mi pulso
desacompasaba
el ritmo lento
de aquella dedicatoria.

Cuando el baile agonizaba
nos besamos.
Y nos quedamos quietos un buen rato.

Pero supongo
que era demasiado perfecto
para acabar bien:
se fue a por otro tercio
y jamás volvió.

Y me quedé sólo. Bailando.

lunes, 25 de julio de 2016

Creo...

Creo...
Creo que ella me ha olvidado.
No porque beba mucho
y a deshoras
(que también),
sino porque no la noto al otro lado de mi mente,
al final del precipicio,
en el subsuelo de la luna.

Creo que me ha olvidado.
Es lo más obvio.
Nunca tuvo buena memoria.

Lo creo porque yo casi lo he logrado.
Casi.
Casi ni la pienso,
casi ni la quiero,
casi ni la echo de menos.

Casi.

Ya no busco su nombre en guías telefónicas
que no hacen más
que mirarme desde el otro lado del cristal.
Ya no oteo su falda
entre las que echan raíces
en piernas ajenas,
aunque ella siempre fue más de vaqueros.
Ya no la comparo
con otras chicas,
todas tienen menos tetas.

¡Hasta he logrado hacerme pajas
pensando en otras!

Creo...
Creo que ella me ha olvidado.
Porque no le pondrá
mi nombre a ningún perro,
ni volverá a hacer macarrones
al ritmo que marquen mis manos en su cuerpo,
ni siquiera volverá a probar
un chupito de ron miel.

Sé que ella me ha olvidado.
Lo sé.

Pero también sé
que tarde o temprano
acabaré olvidándola
yo también.

martes, 5 de julio de 2016

¿Te... Te imaginas?

Imagina,
por un momento,
que me acerco a saludarte
y te robo de tus amigas
que no paran de cuchichear.

Imagina que te invito a una copa
y hablamos de cosas absurdas
mientras no paran de mirarnos
hasta las botellas de licor
de la estantería.

Imagina que después te digo algo bonito
y nos besamos
mientras el futuro aplaude
por tomar una decisión
tan inteligente.

Imagina que salimos a que nos dé el aire
y acaban dándonos las cinco de la mañana.
Imagina que te invito a un café en mi casa.

Imagina todo lo que seguirá al café
que nunca nos tomamos.

Imagina que amanece y no te vas,
y que cuando por fin lo haces
yo te escribo.
Imagina que respondes mis mensajes
y hablamos un par de días
como dos estúpidos críos.

Imagina que quedamos otra vez
y damos un paseo por el centro
ocultándonos de farolas indiscretas
que andan celosas de nuestros besos.

Imagina que volvemos a vernos
y reímos tanto
que se nos caduca
hasta el reloj.

Imagina, por un momento,
que todo eso sigue su curso.

Imagina que todo nos va bien
y pasa el tiempo.

¿Te... Te imaginas?

sábado, 11 de junio de 2016

Malditos Benditos (bis primero)

“Bendito sea el sello de los sobres
de las cartas que llegan a tus manos,
la sopa del cocido de los pobres,
la ropa que te quitan los veranos.”
Joaquín Sabina.


Malditos sean los curas sin sotana,
quedarse sin papel higiénico,
los príncipes que nunca fueron ranas,
los enfermos que saben más que el médico.

Benditas las comidas a deshoras,
las pajas hechas a dos manos,
quien inventó el "me suda la polla",
los amigos que tratamos como hermanos.

Malditos los falsos turistas
que no conocen ni su propia casa,
los chulitos trapecistas
los coños con telas de araña.

Benditas sean las letras de Sabina,
sus canciones, juergas y bombines,
benditos sean todos sus poemas
y también lo sean sus ligues.

Maldita sea la hipocresía
que es peor que una venérea,
las pintas que me trae esa tía,
que conduce barcos por vía aérea.

Benditas sean las curvas peligrosas,
los pájaros que vuelven del exilio,
los que hace tiempo que no mojan
y lo hacen todo despacito.

Malditos sean los arbustos
que están recién abonados,
los que ni se inmutan con mis sustos
y luego están acojonados.

Bendita sea la feria del libro,
los pisitos en la playa,
los perros adoptados sin remilgos,
los devotos de los Incas y los Mayas.

Malditos los escotes poco estrechos,
los idiotas yihadistas,
los cristales esparcidos por el suelo,
y los Sherlock sin dar pistas.

Benditos los malditos confundidos,
los ancianos que les quedan bien las gafas,
los besos que juntos consumimos,
las minifaldas que te quedan bien sin bragas.

Malditas las señales de prohibido,
"ceda el paso", "no adelante",
"carretera de único sentido",
"no golpee con la polla en el volante".

Malditos sean los días lluviosos
-pero solo si tienes muchos planes-,
los guarros que son escrupulosos,
los que se rinden en la previa del combate.

Bendito el que inventó la minifalda,
las cervezas que vienen con tapita,
las crías de los osos panda,
los que tienen fotos con Anguita.

lunes, 23 de mayo de 2016

De cómo escribe un poeta.

Papeles por el suelo,
en la cama, en la mesa.
Música de fondo
para acallar los quejidos
de un reloj viudo
que marca una hora
cuanto menos indecente.

En el móvil abierto el bloc de notas
y en la estantería,
esperando que empiece la función,
unos cuantos libros de poesía.
Una libreta
que huele a canela
desde que pasó de generación,
esta tentada de abrirse
y desparramar sus hojas sueltas.

La pluma de cosas importantes
palpita dentro de su cajita,
suplicando a gritos
que alguien la utilice.
La lámpara mira,
impaciente,
la mesa de operaciones.
El poeta no hace más que esperar
a que llame a la puerta
el primer paciente de la noche.

Y de pronto ocurre:
entra la camilla
a toda prisa.
Con respiración asistida
y una herida abierta
la primera urgencia.

En su mano una pulsera
donde pone que se llama Nostalgia,
que es recuerdo negativo
y alérgica a los planes de futuro.
Según el informe previo
se le ha encontrado en los suburbios
con traumatismo social,
con un corte por alma blanca
a la altura del ombligo
y restos de amargura en el oído.

Pronóstico: reservado.

Una vez depositado
sobre la mesa de operaciones
se procede a anestesiar al poeta
para evitar males mayores.

Pasa así a operar al sentimiento
y extirparle
todos los tu(a)mores malignos.
Toma la pluma
y arranca los primeros versos
que empezaban a infectarse
dentro de la herida del ombligo.

Prosigue con la segunda estrofa
mientras controla
el encefalograma agrio
del paciente.
Sutura la herida
con dos símiles seguidos,
como dos hilos de nailon,
como dos lunas de litio.

Tras hacerle un masaje cardiopoético
como reanimación,
le receta tres rimas cada ocho horas
para el traumatismo,
antes de terminar la operación.

Cae así el poeta agotado,
sobre un amasijo
de gasas y recuerdos,
y se duerme, de poesía,

en su sillón.

jueves, 12 de mayo de 2016

Ella quiere que le escriba un poema.

"¿Dónde está la canción que me hiciste cuando eras poeta?
Terminaba tan triste que nunca la pude empezar."
Joaquín Sabina.

Ella quiere que le escriba un poema.

Uno que hable de cómo nos miran al pasar
y la luna se oculta entre las nubes
celosa de no ser ya el final de mi catalejo.
Que cuente aquel día
que se detuvo el metro
porque me estaba abrazando en las vías.
Cuando se dejaron todas las banderas
a media asta
por la muerte de mis besos en los suyos.
El día que fuimos nosotros
y no el fútbol
quien llenó la Cibeles de galardones.

Ella quiere que le escriba un poema.

Dice que quiere que sea bonito.
Con buena rima. Buen ritmo.
Quiere un poema
típico de cabecera
de un típico libro.

Ella no lo entiende.

No digo que yo si lo haga,
pero sé que lo nuestro
es más grande
que cualquier libro de poemas.
Un libro de poemas
no vuelve impermeables
a los miedos
todas las aceras.
Ni hace que el hundimiento del Titanic
salga en segunda página
del periódico más vendido
a ambos lados del Manzanares.
Tampoco puede hacer
un muñeco de nieve
en una duna del Sahara.
No puede alinear las estrellas
para formar un nombre
ni puede abrir
las puertas del infierno.

De hecho, yo no lo entiendo.
Ni creo que pueda entenderlo nunca.
Pero no me importa.
Lo más bonito
es siempre
lo que menos comprendemos.

La lluvia.
El universo.
La dirección del viento.
Los Reyes Magos
y el Ratoncito Pérez.
El por qué la chica más guapa del bar se fija en ti.
El cómo la primavera
deshiela los árboles
y saca a pasear las minifaldas...

Las cosas más bonitas
son las que no comprendemos.
Por eso no quiero entenderla.

Por eso ella quiere que le escriba un poema.

Por eso me puse
a escribir este poema
antes
de que ella
me lo pidiera.

domingo, 1 de mayo de 2016

Poema psicodeprimente.

Tengo piedras
pudriéndose en mi riñón,
agotadas de doler.
Una cicatriz bajo el silencio
que petrifica la pus que supura,
como una corrida por fascículos.

Un sombrero sobre un encefalograma plano,
un dolor sordo que se cansa de gesticular
justo en la mitad del pecho
donde me cuelgan muñones.

Una notificación en el móvil
que dice, textualmente, "nada".
Un coche eléctrico
en pleno apagón
por explosión
de una central nuclear.

Una bola de nieve, negra.
Harta de que otras botas la pisoteen.
El pie derecho afónico
y el izquierdo mudo,
haciendo que solo se entiendan
cuando se ponen la zancadilla
y tropiezan.

Una manecilla de reloj rota
que cuelga muerta
de mi muñeca.
Un botellín a medias
que no recuerdo haber abierto,
un cigarro encendido
que me pide
que lo acerque mucho a las cortinas.

Tengo un gato famélico,
diáfano, sintético, grisáceo.
Un perro rabioso que se olvidó de morder,
una tortuga que no sabe nadar
y un terrario donde esconder
el frío del invierno.

Hay un monstruo bajo mi cama
que no para de rugir,
en respuesta
al que escondí de pequeño en el armario.
Hay un semáforo en ámbar
que se limita a parpadear
sin darme un "si" o un "no".

Un vuelo de low cost
que derrapa por las vías
camino a un accidente,
a una explosión
en la que, ojalá,
no haya supervivientes.

Hay restos de un crimen
en mi bañera,
y mejor no hablar
de lo que esconde mi retrete.
Hay una brecha en mis encías
de la que huyen, en bandada,
gusanos sobre negras golondrinas.

Colgados del balcón
tengo puñales a secar.
Bajo la escalera guardo
un bote de nitroglicerina,
un mechero y tres cerillas
y un par de cajas
que me niego a abrir.

Sobre el escritorio
mi corazón,
mi hígado,
mis pulmones.
Un amasijo de pastillas
y algún que otro bolígrafo.

Y creo
que voy a probar a encajarlos
dentro de mi cuerpo
sin saber muy bien
dónde van.

martes, 19 de abril de 2016

Seamos protagonistas.

Vamos a volar por Madrid,
a fundir las farolas
y a esquivar la lluvia
escapando a portales desconocidos.

Vamos a quemar toda manifestación
que no nos tenga a nosotros
como únicos asistentes
y no vaya
de tus labios a los mios.

Vamos a escondernos entre bares
y a llenar de vaho
los cristales de las copas.
Vamos a ir a galerías de arte
a dar envidia
a todos los cuadros.

Vamos a vaciar vagones de metro
y a contratar músicos callejeros.
Vamos a saltar
sin más paracaídas
que tu falda.

Vamos a ponernos tontos
en un banco de El Retiro.
Vamos a acallar las prisas
de todos los que llegan tarde
recitando a Neruda.

Vamos a escondernos del bullicio
tras arbustos indiscretos.
Y después iremos
a tomarnos un café
fingiendo ser inocentes
-por si pudiera colar-,
de robarle
el protagonismo
a toda una capital.

jueves, 14 de abril de 2016

Y sin embargo, una palabra necesaria.

Supongo que el adiós
que más duele
es el que viene con resaca.
Ese que nos deja fuera de juego,
noqueados,
boqueando para coger el aire suficiente
y poder agarrarnos
a la previa del combate.

El adiós que nos pone
contra las cuerdas de tender,
que apaga las pequeñas cosas
y te deja tiritando sobre la lona.
Un adiós de despachos en llamas,
de cajones vacíos,
de relojes sin hora,
de espejos que no devuelven las miradas.

Un adiós definitivo
sin poder verle en envés.
Rompedor de huesos,
de cuadernos,
de tímpanos
que escuchan silencio.

Un adiós que desolla margaritas
que solo saben decir que no.
Que apuñala soledades
hasta hacerlas costuras sobre tu piel.

Un adiós sin escaleras de retroceso.
Como ir con el coche
por una carretera de único sentido
a doscientos kilómetros por hora
y saber la hostia que te vas a meter.

Ese adiós de llamadas en espera,
de teléfonos comunicando,
de números que ya no existen,
de mensajes sin saldo.

Ese adiós de carreras de tortugas,
de barcos de papel mojado,
de whiskys en ayunas,
de condenas al séptimo grado.

Y es que la palabra adiós
es el portazo a muchas cosas.
Es una palabra abominable,
ingrata,
desagradecida.

Y sin embargo,
muchas veces,
es una palabra necesaria.

viernes, 8 de abril de 2016

Hemos llegado a 15.000 visitas.

Como ya habréis visto, el blog ha llegado a 15.000 visitas, ¡¡¡en menos de tres años!!! Y eso es gracias a vosotros, a todos vosotros que me leéis, que me seguís, ya sea por Twitter (@felipemateos), por Facebook (Felipe Mateos Moreno), por Instagram (@felipemateos134) o como seguidores del propio blog.
Y he querido agradecéroslo con un regalo: he recitado uno de mis últimos poemas inéditos y aquí os traigo el vídeo. Muchísimas gracias, vosotros me hacéis grande, ahora a por otras 15.000.¡Y que viva la literatura!

https://www.youtube.com/watch?v=_IGm8tyhHnQ&feature=youtu.be

La vida se ríe a nuestra costa.

La vida es una pequeña hija de puta del tamaño de un big bang.

La vida es eso
que te guiña el ojo de la chica
que conociste en el concierto.
Es eso que te arranca carcajadas
de debajo de tus pies
para enterrarlas en otros oídos.
Es aquella maldita
que te derrumba los naipes
en un ataque de alergia y tos.

Es la maravilla
que hay tras los orgasmos.
La putada de perder el bus,
o de perderse a uno mismo.
Es un gol en el descuento,
un adelantamiento por la izquierda,
una farola en mitad de la calle.

Y es, a veces, una mierda.

La vida es un quebradero de cabezas
sin grapas que cosan el raspón,
más allá de esa tirita
que llamamos experiencia.
La vida es un neón
a punto de fundir
que se niega a dejar de anunciar la cartelera.
Es las noches con amigos,
de borrachera.
Y también es la mañana de domingo
viendo vacía la cartera.

Es una cachonda mental
de tres pares de cojones.
Es un beso en el portal,
un paseo por los sábados,
y es un paraguas roto
en pleno diluvio universal.

Es un constante acierto
cosido a base de errores
a tu espalda.
Es un "sube a mi casa a tomar café"
a las tres de la mañana
aún sin tener cafetera.
Y también es un portazo
con el corazón entre las bisagras de la puerta.

Es hundirse con chaleco salvavidas
y volar sin aviones ni alas.
Es ver Titanic con tu chica
y que ella grite cuando marca el Madrid.

Y también es discutir.
Con tus amigos,
con tu pareja,
con tu perro,
con tus padres.
Amenazar con irte de casa
y darte cuenta que sin ellos
no serías ni la mitad de lo que eres.
Es perder al parchís con tu abuela
y robarle una croqueta recién hecha.

Y quemarte la boca por no soplar.

Es correr entre tus propios escombros
saltando entre cachitos de recuerdos.
Es derrapar en seco en un desierto
y hacer chistes estúpidos.
Es aprobar todas.
Y también que te echen de clase.

Y dormir poco de noche.
Y mucho de día.
Y follar. Y comer. Y beber.
Y llorar. Y reír. Y crecer.
Y pegarse la hostia del siglo.

Es eso y muchas otras cosas.
Pero, en resumen,
la vida es una cachonda hija de puta
que se lo pasa bien a nuestra costa.


Y nosotros a la suya.

martes, 22 de marzo de 2016

Un mes en cuenta atrás.

"Si vuelves a recogerte el pelo
con tanta alevosía frente a mis ojos
voy a cometer un disparate
y van a llorar de envidia todos los poetas".
Diego Ojeda.

Hace un mes ya que me dejaste
para irte con él.
Y todavía leo nuestro poema
de Diego Ojeda
y se me parte el alma despacito.

Hace un mes que duermo solo los fines de semana
y 29 días que me he dado al onanismo.
Hace 28 que me apago a borbotones,
27 que no uso Cercanías,
26 que me muero por Atocha.

Hace 25 noches que sueño contigo,
24 chicas que miro y no son tú,
23 películas sin nuestras palomitas
y 22 las veces que cogí nuestro autobús.

Hace 21 compras en Mercadona que me aburro,
20 días sin ser capaz de pisar Callao por nuestra primera cita.
Hoy hace 19 almohadas empapadas por tu culpa
y 18 poesías inacabadas sobre ti.

Hace 17 vídeos porno que espero a ver si se casan,
16 parejas que me recuerdan a nosotros
y 15 días que no me entiende ni Sabina.

Hace 14 desayunos que no tomo pan de leche,
13 apagones que paso a solas
y 12 docenas de huevos que se me han roto.

Hace 11 atentados en mi alma que no mueren recuerdos,
10 borracheras que no lloro,
nueve nuevas formas de añorarte
y ocho tatuajes que no son los tuyos.

Hace siete días que hizo tres semanas,
seis días que haríamos tres meses,
y cinco días que fue fin de semana sin ir a verte.

Hace cuatro días que te vuelvo a echar de menos,
tres noches que me mato a pajas sin tus fotos,
dos pájaros que me mataste de un solo tiro
y una relación que fue bonita
pero que me ha dejado derruido.

miércoles, 16 de marzo de 2016

Madrid con tu ausencia.

"Quien supiera escribirle a Madrid
como llora Sabina."
Antílopez.


Madrid se ve más apagada
ahora que no vienes de visita.

Le falta tu falda,
ponerse bonita para salir en tus fotos,
y que nos miren con envidia en el metro.

A Madrid le faltan tus andares,
que me robes versos en Gran Vía,
saltarnos desde el Círculo de Bellas Artes.

Está descafeinada sin tus muecas,
sin que llamemos la atención en Sol,
sin que nos encuentren tras sus esquinas,
sin los buses rotos y los trenes perdidos.

Le faltan tus secuestros,
mi Síndrome de Estocolmo,
nuestros besos
y que vengas a verme a algún monólogo.

Porque Madrid no ríe igual sin ti,
y las nubes se mueven con pereza
como si supieran que no despertarás conmigo.

A Madrid le faltan bares con tu gracia,
marcas de pintalabios en el cuello,
pitillos en tu ventana,
y ocho millones de planes a medias.

Madrid quiere volver a ver tus piernas,
tu pelo entre la gente de Callao,
tus prisas por Alcalá
y nuestras despedidas en Atocha.

A Madrid se le han apagado neones con tu nombre,
se le han inundado alcantarillas y portales,
se le han perdido dos monedas en tu falta
y está empezando a olvidarte.

Madrid ha atascado la línea 1
y ha cerrado de golpe el Retiro
cuando le he dicho que no volverás.
Que hace tiempo que te has ido.

miércoles, 9 de marzo de 2016

En proceso de rehabilitación.

Tú llegaste, tormenta de huracanes,
y me desarropaste el alma
bailándome como sólo tú sabías.
Llegaste igual que te fuiste,
dejando en mi una sensación de resaca
con sabor a tus labios y a tus bragas frías.
Caíste sobre mí
como una manzana sobre Newton,
golpeándome en el centro de la cabeza
y cambiando mi centro de gravedad.
Te deslizaste entre los pliegues de mi voz
y me la añicaste despacito,
con la ternura de una eutanasia a fuego lento.
Derrumbaste mis fronteras y mis limites,
acordonaste la zona de mis dudas
y me hundistes en tu cama.
Me volaste la tapa de los sesos
con cada una de tus palabras,
y te comiste con ternura mi cerebro
sin guarnición ni nada.
Yo te ofrecí patatas fritas,
arroz y hasta judías pintas,
pero declinaste mis ofertas
porque "engordaban"
sin pararte a pensar
que quien engordaba era yo.
Y engordé tanto
que me subió el colesterol
y poco a poco, sin darme cuenta,
me obstruiste el corazón.
Un corazón que ahora naufraga
como si de una patera se tratase,
merced a tus olas ya lejanas
y a mis arrecifes acechantes.
Te colaste en mi nariz como una droga
y pasé de esnifarte a inyectarme tu falta.
Ahora estoy en proceso de rehabilitación,
aunque todavía no me ha servido de nada.

lunes, 15 de febrero de 2016

Prohibiciones.

Deberían ilegalizar tu falta,
los trenes de vuelta sin retorno,
el no volver a pisar tu casa,
el dolor del sueño con insomnio.

Deberían ilegalizar los náufragos
que ya no naufragan en tu cama,
la impotencia de los magos,
los guiños que hacen las miradas.

Ilegalicemos el silencio en tus caderas,
la flecha de cupido con ceguera,
el no tener mis manos llenas,
que te vayas si no llegas.

Ilegalicemos la distancia
que me consume tan despacio,
porque por muy cerca que estuviéramos
nos veríamos como extraños.

Ilegalicemos tu fragancia,
el consumirme en cada esquina,
las caricias en la espalda
que me ponían la piel de gallina

Que prohíban esos sueños
en los que apareces y me hablas,
porque, joder, te echo de menos
y no está bien quedar en tablas.

Que prohíban las lágrimas
que amargan en mis ojos,
y el dolor de la certeza
de saber que me supo a poco.

miércoles, 3 de febrero de 2016

La locura de los cuerdos.

No es la locura de los locos la que enamora. Es la locura de los cuerdos la que nos vuelve locos. Esa locura con sabor a agua salada que brota de las pupilas adormecidas de los amantes, que huye espantada como una oveja al ver el lobo del adiós. Huye tan lejos que pareciera que no va a volver.
Escapa tras las casas de madera que hay en los pulmones, tras los riscos peligrosos encondidos en los pliegues de tantas caricias por la espalda, bajo el agua del río de la pasión en plena sequía, navegando sobre una nieve que ya no cae y que parece haberse escapado por entre los dedos de la torpeza del primer orgasmo.
Una locura de cuerdos que acalora los huracanes de la pasión, que empaña los cristales, ahora melancólicos, de nuestro coche y cruje bajo la pisada dura y rígida del dolor. Una locura que invita a beber más alcohol del que jamás podríamos nombrar para lograr olvidarla. Que obliga a los locos a pegarse un tiro y a los cuerdos a pegarse tres, uno en cada hueco de la espalda.
Una locura difícil de encontrar, como el mar en Madrid, como el silencio en la ausencia de mi cama, como el olvido de tu existencia en mi memoria.

sábado, 23 de enero de 2016

La loca del bar.

Llevo un tiempo observándote. Allí, sola, en esa esquina oscura del bar que has convertido en tu escondite. Con tu ginebra entre las manos, ahogando las voces de tu cabeza entre los hielos casi derretidos de un cubata. Con tu chupito de tequila con sal pero sin limón, porque para poner malas caras ya está la vida, dices.
Allí. Sola. En el mismo sitio de siempre, mi punto de mira cada vez que vengo y el punto de partida de mis sueños cada vez que me voy. Sentada con esos putos puntos suspensivos que quedan en suspense sobre tu mirada a medio borrar. Esa mirada que puntúa con acentos el silencio que generas y coloca diéresis hundidas bajo tus caderas.
Allí. En tu escondite. Huyendo de ti, o de mi, o del camarero que ha terminado por tomarte como un mueble más. Escondida para cuando el cielo se derrumbe, para cuando se seque la brisa que tan bien le sentaría a tu pelo. Temiendo que algo o alguien invada tu retiro anticipado.
Pero quizá haya llegado el momento de enfrentarte a tus miedos cuando te diga el camarero que a esta ronda invito yo. Cuando me acerque a presentarme como el loco solitario que te observa desde la esquina opuesta del local. Cuando me siente a tu lado y te pregunte qué tal todo. Cuando hablemos como dos locos solitarios que se acaban de conocer pero a los que les quedan mil locuras por vivir juntos. Cuando decida besarte y perdamos verdaderamente la cabeza hasta tal punto que nos tengan que encerrar.

sábado, 16 de enero de 2016

Benditos Malditos (bis primero)

Benditos sean los zagales futbolistas,
los ancianos resabiados,
los adolescentes con sus pintas
y los adultos consagrados.

Malditas sean las telefonistas,
los chicles pegados al zapato,
las mujeres sin aristas,
los que le echan kétchup al gazpacho.

Benditos sean los policías corruptos,
los de "otra, que a esta ronda invito",
los que se montan en todos los columpios,
los de "oiga, ponga otro chupito".

Malditos sean todos los niños pijos,
la tos seca que del abuelo,
los canallas que van de buenecitos
y no saben ni llevar sombrero.

Benditos sean los aprobaos raspaos,
el cibersexo a cobro revertido,
los que desayunan colacao,
los que lo hacen todo divertido.

Malditos sean los tontos, gilipollas,
los toreros que tienen pocas luces,
los de "ay, que se me va la olla"
ese amigo que ya nunca conduce.

Benditos los benditos bendiciendo,
los polvos con la hija del vecino,
los de "si eso pues ya lo vamos viendo",
los negados para el "si, cariño".

Malditas las bibliotecas con atascos,
los libros olvidados del estante,
las cucharas con restos de caballo,
los caballos poco galopantes.

Benditos los orgasmos sugeridos,
el piano, la música clásica,
los bombones, todos los surtidos,
los que usan lentillas con las gafas.

Maldito sea el estreñimiento,
la diarrea, la otra y la verbal,
los que cagan con resentimiento,
los del pino tras el rosal.

Benditos los cubatas con dos hielos
de un buen ron con cocacola,
los que beben siempre los primeros
y esta canción, cómo me mola.

Maldito sea el caballo de Troya
que va directo al corazón,
que coge el alma y te la folla
y no se molesta ni en usar condón.

Bendito sea el onanismo,
el amor propio, hasta el ajeno,
los negados para el absentismo,
los que saben usar bien los dedos.

Maldita sea la ruleta rusa
que se juega sin casquillos,
agotar la batería a tu musa,
o quedarse sin los calzoncillos.

Benditas las escaramuzas
perdidas todas en tus labios,
esos labios que huelen a aventura,
a aventura acabada en tu regazo.

Malditos los falsos poetas
que riman por puro postureo,
que riman las carretas y las tetas
y postureo con "me meo".