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domingo, 31 de mayo de 2015

Soneto I

Próximamente iré escribiendo y subiendo sonetos. No les pondré nombre, me limitaré a numerarlos. Este es el primero de, espero, muchos:

Algún día escribiré famosos versos
que reciten los novios en las bodas.
De esos que se nos escapan de la boca,
de los que te recitan cuando estás muerto.

Algún día serán famosas mis poesías,
mis bastardas y cobardes letras
que como si tuvieran la lepra
expulsé de mí con futura melancolía.

Mientras tanto, solo y a solas escribo.
De la luna, la muerte, el infinito azul.
De sus ojos y lo que ven los míos.

A las nubes, a todos los mares del sur.
Pero nada de lo que yo haya escrito,
se parece a lo que, con mirarme, escribes tú.

lunes, 25 de mayo de 2015

¿Puesta de sol?

El viento me ha arrancado el sombrero y la dignidad. Pero no me importa porque allí el horizonte me mira tranquilo y sereno mientras el sol empieza a ocultarse tras los muros de algodón que naufragan como pateras. Son propiedad de un poeta que viaja, sufre, naufraga y vuelve a nacer. Y escarba hasta sangrar. Y escribe con esa sangre, con lo que queda de sus uñas que, mezcladas con tierra, saben a hierro y mentiras. La sangre que nace de su corazón, muere en sus dedos.
Tengo las nubes que son botes salvavidas de mi naufragio personal. Pero sobretodo, tengo una pluma sin tinta y un ojo de cristal gracias al cual veo cómo el sol intenta mantenerse a flote sobre el horizonte y cómo agoniza y lucha por aguantar un poco más. Pero no me importa nada de eso, ahora soy feliz.
Feliz porque las estrellas que desvisto son gotas de los besos que un día le robé a la dama blanca. Porque cada verso que escribo es una eyaculación sobre la luna que la vuelve más blanca y bella. Y soy poeta. Y sangro. Y soy feliz.
Mientras tanto el agua suena y retumba en mis oídos. Como los olores retumban en mi nariz. Y me recuerdan que fuimos y somos efímeros, como cada una de las gotas que nacen de un chorro de agua para morir en la inmensidad de la fuente. Que no somos un río. Que no tenemos afluente. Que no tenemos más que un par de gotas de lágrima, un alma de poeta y un destino: acabar en el mar, naufragando entre ojos sin tinta y plumas de cristal.

sábado, 9 de mayo de 2015

Realidades camaleónicas

Hoy me he tumbado sobre el césped. Olía a flores frescas y a los grititos de las briznas de hierba que se quejaban bajo el peso de mi cuerpo. Y he mirado al inmenso techo azul que cubría mi cabeza y me he sentido aun más pequeño e insignificante.
De pronto una bandada de golondrinas ha cruzado el cielo y no he podido evitar imaginarme volando, como una de ellas, surcando las nubes como un velero, sin rumbo, sin timón ni timonel. Y me veía desde abajo... Una mancha sobre el césped...
Y veía la gente pasear... Unos niños jugando... Y he querido ser niño otra vez.
Y sin darme cuenta estaba jugando al fútbol en la plaza. Me pasaban el balón y ¡gooool! Metía un golazo. Y allí estaba yo, celebrándolo, cuando sin saber por qué me he tropezado y me he hecho un raspón en las rodillas.
Pero mi madre, mi heroína, ha venido a consolarme. Cuando me ha echado el vetadine no he podido contener las lágrimas y ella me ha abrazado y me ha dado un beso en la frente. Después me ha soplado en la herida y ha dejado de dolerme. Y he pensado que cómo molaría ser mi madre, ¿no?
Allí estaba yo, delante de mi hijo en la plaza. Qué listo es. Y que guapo. Ha salido a su padre. Me da la vida con sólo sonreír. Es tan alegre... Y tiene muchos amigos. Pero él se ha ido a jugar y yo he vuelto al banco con las vecinas. Qué chismosas son... Son peor que un dolor de muelas.
He girado la cabeza y he visto a una pareja de ancianos paseando de la mano... Ay, cuanto echo en falta a Vicente... ¿Por qué él? Con lo bueno que era... Con lo que yo le quería... Tuvo que llevárselo aquel accidente. Y se me ha roto aún más si cabe el corazón. Y he pensado la suerte que tenía aquella pareja de ancianos. Ojalá hubiera podido llegar a esa edad tan feliz con la persona que quería. Ojalá...
Sin darme cuenta siquiera he notado que alguien me cogía la mano... Una señora mayor me estaba sonriendo. Me he mirado las manos... Me había convertido en el anciano que acababa de ver. Qué bien me he sentido por un momento... He sido tan feliz... Como la quería... Pero de repente me he dado cuenta de que me dolían más partes del cuerpo de las que podía contar. Y me he tenido que sentar, agotado de cargar con ese cuerpo tan pesado y hecho polvo.
Según estaba sentado en un saliente de una pared he visto a dos chicos jóvenes correr. Estaban haciendo eso que los chicos llaman "ranin", que a mi me suena como a hacer la rana. Qué vitalidad. Ojalá tuviese un cuerpo así... Ojalá.
He empezado a notar mi respiración agitada. Mi pulso acelerado. Iba corriendo. Con el Chema al lado. Nos estamos preparando para la maratón del año que viene. Es genial. Una pasada. Miles de personas corriendo con el mismo objetivo que tú... Buah, es una rentada. Qué ganas hay.
Me he tenido que frenar un poco por un semáforo en rojo y he visto a un pive salir de un mercedes blanco inmaculado... Qué guapada de carro. Cómo se nota quien tiene pasta. Ojalá tuviera yo pasta suficiente para eso y más. Lo que daría yo por...
Hey. ¿Qué hago con las llaves de un coche en la mano? Anda, ahora soy el tipo con dinero de antes. He mirado mi reloj... Las tres y veinte. Llegaré tarde si no espabilo. He echado a andar rápido. Tengo que cerrar ese negocio. Puedo forrarme. Más aún quiero decir. Pero esto de ir corriendo a todos lados... Pfff. Llego agotado a casa. No veo apenas a los niños. Y mucho menos a Clara. Debería pasar más tiempo con ellos. Pero no tengo tiempo suficiente. No puedo alargar el día dos horas más. Ojalá pudiera.
Y en mi carrera hacia la oficina he pasado por un parque. Qué envidia el chaval ese, con aire de poeta, que está tumbado en el césped, le sobra el tiempo, ya se ve. Mírale, ahí boca arriba, mirando ensimismado al cielo. Que envidia ¿no crees?

Dedicado a ese Espejo que tanto me ha ayudado y ayuda. No cambies.