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viernes, 23 de diciembre de 2016

El Festín.

El cadáver está flotando
en la laguna de gusanos cristalinos
que lo devoran
poco a poco.

Tiene los huesos por calcetines
y les sirven de autopista
a la carroña,
que derrapa
a más kilómetros por hora
de los que puedo contar.

La sangre levanta un muro infranqueable
entre las dos mitades
en que está dividido.
Básicamente está así
por indecisión propia.

Un humo negro, con rastrojos,
se alza imponente sobre su pecho
impidiendo que pueda
mirarse al espejo
y ver que tiene un agujero
a la izquierda
del esternón.

De hecho, si lo miras de espaldas,
el agujero es como una ventana
a la más profunda de las tinieblas,
incrustada en pleno corazón.

Pero este ya no está.

Seguramente haya sido el desayuno de algún buitre o hiena
que, sin pensar en los desperfectos,
lo arrancó
directamente con los colmillos,
sin miramientos.

Una cicatriz le cruza el cuello
con la forma
de un crepúsculo
que se cuela
entre cipreses podridos.

Tiene pompas
de sangre y pus
que dan ganas de explotar,
como si se tratase
de papel de embalar,
alrededor de la boca.

Los dientes sonríen
pero son de yeso
y se ve
cómo se van deshaciendo.

Poco
a
poco.

De la boca se escapan
bichos, moscas, garrapatas,
en una orgía putrefacta
donde el sexo
y la comida
acaban siendo la misma mierda barata.

Tiene la nariz torcida
en tres direcciones diferentes,
como si fuera una señal
en aquel vergel de cochambre
para que nadie,
ninguno,
deje de disfrutar de los manjares.

Tiene una cuenca vacía,
y lo que es peor,
la otra a medio vaciar.
Hay un par de ratas
jugando con el ojo
a la pelota
en una de sus mejillas.

Y de vez en cuando chillan gol.

No le queda apenas pelo.
Algún jardinero maniaco
ha decidido
arrancar las malas hierbas.
Tanto, que dejó sueltos
colgajos de cerebro palpitante.

Por último, la invitación al festín
hecha de piel,
cuelga de una estaca
a escasa distancia:

"Malas putas,
ratas, gusanos,
hienas, moscas,
excrementos varios.

Estáis todos invitados"

Me doy cuenta de una última cosa
antes de unirme a la fiesta
por pura inercia:

Le falta una oreja.

Supongo que por eso no oye bien.
Quizá por eso no escucha cuando lo llamo,
y le digo
que deje de hacerme
lo mismo que le hacía
la sombra
a Peter Pan,
que se deje de fiestas
y vuelva donde debe estar:

dentro de mí.

lunes, 5 de diciembre de 2016

La vida es... Bella.

La vida es bella.

En los besos ilegales,
en las almohadas compartidas,
en los bares,
en los viajes
con muchas fotos que enseñar
y más fotos aún
que jamás
verán la luz.

En las miradas en Morse
que se lanzan dos novios
por cualquier calle de Madrid,
en los acordes de guitarra
de tu vecino,
ese que lleva años en el conservatorio.

Es bella en las primeras minifaldas del verano,
en los amaneceres ligeramente ebrios,
en los atardeceres
que preceden
a una noche que no recuerdo
pero seguro
debió ser
inolvidable.

En los amigos de toda la vida
y hasta en los desconocidos
que te invitan a chupitos.

En las reuniones familiares
donde la mayor discusión
es sobre cuánta comida quieres.

En las bromas cómplices
que solo entendemos los implicados,
en billares y futbolines,
en recitales de poesía
que sirven de antesala
a un ir y venir de botellines incontables.

En los goles en el descuento,
en las bendiciones favorables,
en el instagram
de todos aquellos
que suben fotos
super chachi geniales.

La vida es bella en los orgasmos compartidos,
en las galletas caseras,
en una peli de Roberto Benigni
en un "buenos días princesa".

En las risas nerviosas
que sirven de banda sonora
a los ataques de cosquillas,
en las sorpresas y reencuentros,
en los abrazos
que duran
tres eternidades y media.

En los susurros confesionarios
entre dos manos cómplices
que hacen dar vueltas de campana
al eje de la tierra.

Y la vida, para nosotros, sigue siendo bella.

Incluso en los comedores sociales
atestados de niños
que no saben lo que es
un bocadillo de Nocilla.

Incluso entre los tanques y metrallas,
entre los cadáveres de familias enteras,
entre los restos nucleares
de experimentos militares,
entre campos regados con sal y odio.

Si no lo vemos...

Es bella en las comisuras de carmín
de los muertos maquillados
que engrosan las filas
de la barbarie humana,
envueltos en una mortaja
con forma de bandera absurda.

En las cabezas nucleares
que piensan mejor
que las cabezas que las mandaron fabricar.

En los libros de poesía
que no son vistos
más que como
un arma arrojadiza
por si intentan violarte.

Es bella en Siria o Palestina,
en los niños soldado
que tienen de niños
menos que de máquinas.

En las pateras ilegales
que se hunden
en un acto casi benevolente
para aquellos
que no saben
saltar las vallas
que les han puesto
por toda Europa.

En los campos de refugiados
donde la más común
de las mutilaciones
es en la esperanza.

En los atentados
que terminan,
cómo ya es costumbre,
con un "¿cuántos esta vez?"
y una cifra
que ya
no remueve nada.

Es bella reflejada en la sangre
de una decapitación
cuyos protagonistas
no superan
los veinte años,
donde ambos saben de memoria su papel
aunque no lo entiendan nunca.

Es bella en las playas
llenas de muertos
que no salen
en fotografías,
en los llantos de hermanos
que no tienen
una cámara detrás.

En despertadores
cuyo timbre
es el sonido
de la alarma de bomba
que sonará
cinco veces más
en lo que queda de noche.

En gritos que claman a un cielo
por el que luchan
los que destrozaron sus gargantas,

En escombros
de escuelas
en toque de queda,
de letras bastardas,
de dignidad humana.

Es bella en desmembraciones,
en explosiones,
en la muerte
que cada día
tiene miles de diferentes versiones.

Al menos, lo es para nosotros
porque no lo vemos.

Pero, ahora,
ten los huevos necesarios
para decirle
a un niño
en un campo de refugiados
que la vida
es bella.