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sábado, 8 de febrero de 2014

Escritura en Fado Portugués.

Una guitarra muda con notas de silencio. Una mujer vacía como las palabras jamás dichas. Un gato que cruza de un lado a otro de la calle. Un árbol cobijo del calor del sol de verano que acompaña a las casas bajas y amarillas del pueblo.
Un pájaro piando con un lamento lánguido y doloroso, cantando a un algo que se fue pero que queda, a un algo que no fue pero está, a algo etéreo pero palpable en aquellas calles de pueblo, en aquellas casas viejas y desgastadas como los huesos de sus ancianos habitantes y la mente de sus desvencijados vanos que tanto han visto y vivido.
Va calle abajo, allá donde queda la plaza del mercado. La gente no está, no  sabe si es por el calor o es que ese pueblo está yermo como las tierras que le rodean típicas de la zona árida de Portugal. Calle arriba nada. Calle abajo nada. Vista arriba, cielo. Vista abajo, la sombra de las casas y los árboles. A la derecha un sonido de una chicharra típica de esta época del año. A la izquierda el sabor a sol, cielo y sed.

Todo el pueblo vacío. No hay nadie. Nadie, sólo está ella, pero no sirve de nada que esté ella si no hay nadie que lo certifique. ¿Está ella de verdad? ¿Está aquel pueblo yermo? ¿Está vacío aquel pueblo de fado?

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