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domingo, 21 de julio de 2013

El Lobo y La Luna 4

Así, bañado por la luna, se sintió casi completo, casi feliz. Pero eso era lo máximo a lo que podía llegar en su deseo inconmensurable de rozar la luna.
Aulló, aulló fuertemente, aulló al silencio y a la noche oscura, aulló con un aullido lleno de desesperanza, dolor y tristeza.
Cualquier ser que oyese ese sonido sentiría un gran temor, cualquier ser, excepto, quizás, el hombre.
El lobo volvió a aullar y una lágrima calló de sus ojos rojos como rubíes sangrantes. Una lágrima llena de apatía y desgana, llena de la tristeza más absoluta en la que ningún animal se haya podido sumir. Una lágrima con un dolor rojo como los ojos que la derramaron, con una angustia negra como las noches sin luna que tantas veces había vivído el ser que la emitía.
El lobo calló y miró por última vez al cielo nocturno, con las orejas gachas y las patas dobladas, despidiendose de alguna manera de su sueño imposible, la luna.

miércoles, 17 de julio de 2013

El Lobo y La Luna 3

Un aullido estremecedor rompió el silencio espectral, y el lobo abandonó el estanque, dejando el reflejo de un deseo atrás.
Encontró unos metros más allá un conejo despistado, no era gran cosa, pero el hambre aumentaba y algo es algo.
Un topo y un cervatillo después, el lobo tenía saciadas sus necesidades básicas. Pero él no era un lobo corriente, no era básico. Sentía pasión por la luna, una pasión demasiado racional para ser un lobo pero demasiado irracional para tener fundamento.
Ansiaba la luna, tocarla, verla y sentir que no era un espejismo como el del lago, como una sonrisa perdida, de la cual sólo queda el reflejo y el deseo de lo real.
Llego a un claro del bosque por el que se filtraban los rayos fantasmales de la luna. Se dejo acariciar por ellos, erizándosele el pelo y estremeciéndosele las entrañas. Cerró los ojos y por un momento imaginó cumplido su mayor deseo, sentir la autenticidad de su amante oculta, la luna.

sábado, 13 de julio de 2013

El Lobo y La Luna 2

Sintiendo la llamada de la libertad una noche más inició su carrera por el bosque, gozando del aire fresco y de la quietud y el silencio rotos solo por los aullidos de sus semejantes.
Corría a su encuentro. Sentía en su interior el instinto de matar, el instinto de la sangre. De repente se detuvo, con las orejas levantadas mientras sus ojos rojos como rubíes escrutaban la más inescrutable e inperturbable de las oscuridades. Decidió guiarse por su olfato y caminó con sumo cuidado en un silencio siniestro.
Así estuvo varios minutos, hasta que llegó a un claro con un estanque. Allí, curiosamente estaba la luna. La luna, la que podríamos considerar su guía, su compañera. Estaba en creciente, como una sonrisa macabra de un Joker que ha atrapado a su Batman, como si fuese un presagio tenebroso y macabro.
Se deleitó un momento con su imagen en el agua, estaba tan cerca... pero a la vez tan lejos...
Quería tocar la luna. Esa esfera límpida y pura de color blanco, a veces sonriente, que siempre, cada noche, desde que era cachorro, le había acompañado en su matanza por la supervivencia. La única que conocía todas y cada una de sus acciones, su confidente, la luna.

jueves, 11 de julio de 2013

El Lobo y La Luna

El lobo aullaba, con la cara alzada hacia la luna. Y la luna, aparentemente inmune a los ojos del hombre, le devolvía la mirada al ser que ella había visto crecer, noche tras noche, y al cuál había incitado un ansia de libertad innata. Era una relacción extraña y compleja de comprensión, por la soledad libre de ambos.
El lobo miraba a esa gran bola de luz misteriosa que le provocaba esos instintos tan irracionales de aullar, correr, perseguir, matar y probar la sangre una noche más. Con sus rojos ojos como la sangre fresca de la caza a la luz de la luna, se preguntaba en su fuero interno, aún sin saber, el por qué el ser humano que tanto miedo le tiene no es capaz de disfrutar de la misma libertad que él, olvidando el orden en el caos y disfrutando del caos en la libertad.
En esto se oyeron más espectros nocturnos como él, alzando sus voces al cielo y rasgando despiadadamente el silencio, vagando sin rumbo pero con convicción por las entrañas más temerosas de la libertad oscura, en una noche tan solo iluminada por su compañera de viaje, la luna.

lunes, 8 de julio de 2013

No distingo entre ficticia o real

Podría tratarte de princesa,
podría hablarte de hadas,
podrías rehuirme,
podrías echarme a patadas.
Quizás me tratases de imbécil,
quizás me retirarías la palabra,
quizás sea tu punto débil,
quizás conseguiría que me amaras.
Puede que corrieras en dirección contraria,
puede que a mis brazos aguardaras,
puede que haya otro,
puede que yo no sea nada.
Si tan sólo una palabra dijeras,
si tan sólo una mirada me hicieras,
si tan sólo conmigo fueses sincera,
sin tan sólo un día algo entre ambos ocurriera.
Pero nada demuestras,
pero nada nos queda,
pero todo es posible,
pero todo es factible.
Así llega del poema el final,
así demuestro mi amor por tu realidad,
así observamos nuestra frialdad,
que no distingo entre ficticia o real.

martes, 2 de julio de 2013

Una niebla en la memoria

Un día te da por echar la vista atrás y ver todo lo que dejaste ir, todo lo que no cogiste, todo lo que antes era divertido y único y ahora no es más que humo.
Y al mirar atrás ves esa sonrisa que te sacó cierta persona, ese beso que no diste, ese momento irrepetible que no supiste apreciar. Ves cómo antes eras muy feliz, mientras que ahora simplemente eres. Observas las oportunidades perdidas, los caminos recorridos y las lágrimas que secaron otras manos. Aprecias lo que fue y lo que tuviste, aprecias lo que no apreciaste y  añoras lo que tuviste.
Y en ese momento te sobreviene la más grande de las melancolías, la más grande de las añoranzas y te abraza una inmesa impotencia. Se te viene a la mente esa famosa frase: "Todo tiempo pasado fue mejor".
Esos caminos recorridos, esas sonrisas congeladas, esos momentos irrepetibles, esas personas únicas... nada será como antes, nada volverá, todo está perdido entre las sombras de un pasado que considero incierto. Todo está perdido, todo pasado, todo abandonado al vago recuerdo que nuestra mente se niega a borrar luchando contra el tiempo y el olvido.
Vuelves la vista atrás y sientes la impotencia de lo irrepetible, el dolor del pasado y la melancolía del recuerdo.
Y te preguntas qué te queda de todo aquello pero la realidad es que solo queda una niebla, más o menos densa, pero inalcanzable. Una niebla de la memoria de un ser que dejó de vivir por soñar y ahora solo le quedan recuerdos sin sueños.