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miércoles, 17 de julio de 2013

El Lobo y La Luna 3

Un aullido estremecedor rompió el silencio espectral, y el lobo abandonó el estanque, dejando el reflejo de un deseo atrás.
Encontró unos metros más allá un conejo despistado, no era gran cosa, pero el hambre aumentaba y algo es algo.
Un topo y un cervatillo después, el lobo tenía saciadas sus necesidades básicas. Pero él no era un lobo corriente, no era básico. Sentía pasión por la luna, una pasión demasiado racional para ser un lobo pero demasiado irracional para tener fundamento.
Ansiaba la luna, tocarla, verla y sentir que no era un espejismo como el del lago, como una sonrisa perdida, de la cual sólo queda el reflejo y el deseo de lo real.
Llego a un claro del bosque por el que se filtraban los rayos fantasmales de la luna. Se dejo acariciar por ellos, erizándosele el pelo y estremeciéndosele las entrañas. Cerró los ojos y por un momento imaginó cumplido su mayor deseo, sentir la autenticidad de su amante oculta, la luna.

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