Lo ansías, lo persigues, lo rozas con la punta de los dedos. Se te escapa.
Lo sueñas, lo deseas, lo luchas, lo tocas. Se te escapa.
Así una y otra vez, una y otra vez. Y por cada intento fallido las esperanzas disminuyen.
Dudas que lo puedas alcanzar, dudas poder encontrarlo, dudas incluso de su existencia.
Cada intento, cada fallo, es una losa que va aplastando tu esperanza, que va tapando los rayos de luz que se cuelan entre tus dudas.
¿Cuánto he de fracasar para triunfar? ¿Cuántas losas me caeran encima antes de ver la luz?
Pero sigues soñandolo, deseandolo, persiguiendolo, buscándolo. Y no lo encuentras, no lo logras, no, no, no. Nada.
Y te cansas, eso te hace dejar de ver luz, pero no puedes vivir sin luz, arañas, excarvas y encuentras iluminación donde no creías encontrarla.
Y es en ese instante, justo ahí, cuando las dudas y la esperanza se confunden, te marean y te hacen caer.
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miércoles, 8 de mayo de 2013
Pensamiento en abstracto.
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