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jueves, 23 de febrero de 2017

A la élite bohemia.

Me tenéis asqueado.
Hasta los huevos.

Con vuestro rollo bohemio
que no digiero
ni con omeprazol,
con la puta hipocresía
que enarboláis
con el orgullo
de un bastardo primogénito.

Me hacéis vomitar
la bilis de mis antepasados
y hasta ellos
han pedido un préstamo
de bilis roñosa
a los bancos.
Y aún así, me quedo corto.

Estoy sorprendido todavía
de que haya
tantas neuronas muertas
por cerebro cuadrado,
de que lo que más os preocupa es
si la paja de esta noche
será en la cama o en el baño.

Los falsos amigos
que te clavan un puñal
y aún así
tienen los huevos de decirte
"sujétamelo con tu espalda, porfa".

El Alzheimer selectivo
de algunas personas
que solo se merecen
ser olvidadas.

Aquellos que si no llamas
no te dan ni una perdida,
ni un puto mensaje.
Joder. Hay tarifas planas, capullos.

Llevo cara
como de estar oliendo
sacos de mierda,
y en verdad
lo que huelo
es vuestra estupidez.

Esa pútrida carcasa maloliente
que usáis como fachada
y que os defiende
de vuestras propias balas
de papel Pinocho.
Las que os disparáis
con la ineficacia
de una eyaculación precoz
para llamar la atención de otros.

Me dan pena
vuestras pajas verbales
sobre la última batallita
que librasteis en el after.
Aunque ya entiendo
por qué os hiede la boca:
por lameculos.

Hay retretes
recién usados
que tratan mejor a las personas
que vosotros.
Y hay patadas en los huevos
más agradables
que vuestra presencia.
Y diarreas
que sueltan menos mierda
que vuestras bocas.

Me supuran los oídos
cada vez que os oigo halagos
sobre personas
que os importan menos que nada.
Cada vez que demostráis
que el interés por los demás
es inversamente proporcional
a vuestro ego.

Con esto y con todo
solo os deseo una cosa,
que ya es bastante:
que para el resto de vuestras vidas
os aguantéis
los unos a los otros.

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