Vistas de página en total

jueves, 10 de julio de 2014

¿Recuerdas cuando éramos niños?

¿Recuerdas cuando éramos niños? Aquellos “buenos días” de tu superheroína favorita: tu madre. Aquel desayuno en el que tenías ganas de empezar un nuevo día en el colegio a pesar de que el sueño no te dejase ver las galletas príncipe que mojabas en tu cola cao. Y aquel viaje al mundo mágico que era el colegio…
Una vez en la puerta sonaba el timbre, la hora de entrar… Dabas un beso a tu madre y te ibas corriendo con tu mejor amigo a jugar hasta que te echaban la bronca por no estar en la fila. Ya en clase te sentabas donde siempre, rodeado de amigos, todos en clase eran amigos tuyos. Y aprendías cosas nuevas y guays que contarías a tus padres por la tarde en casa.
El recreo era como entrar en el guardarropa de Narnia o cruzar un puente hacia Terabithia. Eras lo que quisieras ser, desde Pikachu hasta policía o astronauta, pasando por Casillas, Goku o el hijo pequeño jugando a “papás y mamás”. Y reías y gritabas. Y tu única preocupación era que ese rato no terminase nunca. Cromos, chapas, fútbol, muñecas, combas, “pilla pillas”… pero sobretodo el patio del colegio desbordaba algo, algo brillante y mágico, algo que se podría ver desde el infinito y más allá: imaginación.
Todo termina y tú tenías que subir a clase. Y sentarte donde antes. Rodeado de amigos. Y la profe os mandaba callar. Y luego empezaba la clase; inglés, medio, mates… Y un rato después, no sabías muy bien cuánto tiempo después, acababa la clase. Y a comer. Y otro recreo. La siesta no significaba otra cosa que algo aburrido que hacían tus padres los fines de semana. Y jugabas. O cambiabas cromos. O perseguías una pelota de Toy Story o de Winnie The Poo. Pero no parabas.
Y así claro, llegabas agotado a casa. Merendar y hacer dos cuentas y un problema de mates, repasar cono… y a ver la tele o al parque, dependía del día. A pesar de estar agotado en el parque corrías para no llegar el último y ser un huevo podrido. “Primero, pistolero. Segundo, campeón…” ¿Que tocaba subirse al árbol? Lo hacías. A veces te hacías pupa… Pero, como no, tu superheroína estaba ahí para echarte esa cosa mágica que llamaba “mercromoninina” y hacerte el “cura sana, culito de rana”.
Llegado el momento oías tu nombre acompañado de berridos ininteligibles y sabias que tenías que subir a casa. Bañarte. Cenar. Un cuento y a dormir. A esperar otro día mágico que no sabías si te traería la poción de Asterix o la bola de dragón. Y así era tu vida. Y te gustaba. Aunque no lo sabías tan bien como ahora, te gustaba.

Ahora la añoras. Dicen que “la nostalgia es negación del doloroso presente”. Yo prefiero citar a aquel gigante literario que dijo eso de: “todo tiempo pasado, fue mejor”. Y recomendarte algo: no dejes de sacar a tu “yo” infantil, no dejes de reír y de soñar. Si un día pudiste viajar a Terabithia siendo Oliver o Benji ¿Por qué ahora no?

Quiero dedicar esta entrada a J.M., no creo que haga falta decir nada más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario