El infierno se acercaba. No. El infierno estaba allí ya. En
realidad... el infierno era divino comparado con aquello.
Miró al cielo nocturno y sonrió a la luna. Ínfimos y penosos
humanos… Paupérrimos todos ellos, le daban asco. Y mientras pensaba todo esto
su maléfica mueca se ensanchaba, con unos dientes tan blancos que aquella
sonrisa parecía un espejo de la luna. Era una sensación extraña, era odio, sí,
pero a la vez era felicidad. Sentía a Satanás en su interior, era su nuevo
compañero de viaje, se acabó la bondad, se acabó el rezar a un Dios que no da
nada, se acabó la benevolencia que le enseñaron de pequeño, se acabó.
Lucifer le llamaba, le atraía poco a poco, cada vez estaban
más cerca… Un poco más… Un poco más… Quería dejar de controlar sus actos, quería
cumplir los mandatos del mal. Un último empujón…
Ya, ya estaba hecho, se dejó llevar. Olió la noche, fresca y
pura, escuchó los coches por la calle y escucho la televisión del vecino. Pero
él ya no era él, ahora era un siervo de Lucifer, una víbora venenosa, un
fantasma de la humanidad.
Ah, inútil humanidad, repugnante y ponzoñosa, le daba vergüenza.
Avanzó hacía la puerta, la abrió y salió a la calle. Salió sin ser un humano,
pero tampoco era un demonio, era… una cosa maligna y muy peligrosa que ahora
andaba suelta por las calles de la mente de cada ser humano, de cada niño o
anciano, de cada lector; vagaba por las calles de la mente de la humanidad.
muy bien tío! sigue así! pero eso sí, queremos secuela!
ResponderEliminarsecuela... no se si habrá secuela, ya se verá, gracias por leer!!!
EliminarFantastico eres un genio
ResponderEliminarCuanta mente dañina y ponzoñosa hay suelta en la humanidad.
Has hecho un gran relato de las miserias
Felicidades
Gracias!!! Intento expresar lo que siento, nada más. Un saludo!
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