Tú llegaste, tormenta de huracanes,
y me desarropaste el alma
bailándome como sólo tú sabías.
Llegaste igual que te fuiste,
dejando en mi una sensación de resaca
con sabor a tus labios y a tus bragas frías.
Caíste sobre mí
como una manzana sobre Newton,
golpeándome en el centro de la cabeza
y cambiando mi centro de gravedad.
Te deslizaste entre los pliegues de mi voz
y me la añicaste despacito,
con la ternura de una eutanasia a fuego lento.
Derrumbaste mis fronteras y mis limites,
acordonaste la zona de mis dudas
y me hundistes en tu cama.
Me volaste la tapa de los sesos
con cada una de tus palabras,
y te comiste con ternura mi cerebro
sin guarnición ni nada.
Yo te ofrecí patatas fritas,
arroz y hasta judías pintas,
pero declinaste mis ofertas
porque "engordaban"
sin pararte a pensar
que quien engordaba era yo.
Y engordé tanto
que me subió el colesterol
y poco a poco, sin darme cuenta,
me obstruiste el corazón.
Un corazón que ahora naufraga
como si de una patera se tratase,
merced a tus olas ya lejanas
y a mis arrecifes acechantes.
Te colaste en mi nariz como una droga
y pasé de esnifarte a inyectarme tu falta.
Ahora estoy en proceso de rehabilitación,
aunque todavía no me ha servido de nada.
Vistas de página en total
30083
miércoles, 9 de marzo de 2016
En proceso de rehabilitación.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario