Una guitarra muda con notas de silencio. Una mujer vacía
como las palabras jamás dichas. Un gato que cruza de un lado a otro de la
calle. Un árbol cobijo del calor del sol de verano que acompaña a las casas
bajas y amarillas del pueblo.
Un pájaro piando con un lamento lánguido y doloroso,
cantando a un algo que se fue pero que queda, a un algo que no fue pero está, a
algo etéreo pero palpable en aquellas calles de pueblo, en aquellas casas
viejas y desgastadas como los huesos de sus ancianos habitantes y la mente de
sus desvencijados vanos que tanto han visto y vivido.
Va calle abajo, allá donde queda la plaza del mercado. La
gente no está, no sabe si es por el
calor o es que ese pueblo está yermo como las tierras que le rodean típicas de
la zona árida de Portugal. Calle arriba nada. Calle abajo nada. Vista arriba,
cielo. Vista abajo, la sombra de las casas y los árboles. A la derecha un
sonido de una chicharra típica de esta época del año. A la izquierda el sabor a
sol, cielo y sed.
Todo el pueblo vacío. No hay nadie. Nadie, sólo está ella,
pero no sirve de nada que esté ella si no hay nadie que lo certifique. ¿Está
ella de verdad? ¿Está aquel pueblo yermo? ¿Está vacío aquel pueblo de
fado?

No hay comentarios:
Publicar un comentario